EL MUNDO 18/12/13
VICTORIA PREGO
El presidente del Gobierno ya lo ha dicho con toda claridad: el referéndum no se va a celebrar porque es contrario a la Constitución. Y, por lo tanto, sobre este asunto no hay nada que negociar.
Artur Mas no se ha dado por enterado y anuncia en su televisión una entrevista con Rajoy que ni siquiera ha solicitado y que al presidente le parece innecesaria si de lo que trata Mas es de hablar del asunto de la consulta. Da la impresión de que Artur Mas camina sobre el aire y va dando pasos hasta que se encuentre con lo que ya sabe que es la realidad terrenal: que ningún presidente del Gobierno de España le daría el sí, o le toleraría de alguna manera la celebración de ese referéndum secesionista con dos preguntas cuyas respuestas ni ellos mismos se ponen de acuerdo en cómo se contabilizarían. Por lo tanto, tenemos un año por delante en el que Mas va a limitarse a intentar rentabilizar para sí y para su partido el encendido clima que hay hoy en Cataluña en propósito de la secesión.
El hecho de que el presidente de la Generalitat pase por alto cuestiones tan decisivas para el futuro de una Cataluña independiente como es la salida inmediata de la UE y de todos los tratados internacionales que España tiene firmados, demuestra que en absoluto tiene la independencia entre sus objetivos, y que ésa es una ficción.
O mejor, es un medio. Un medio para tensionar a una población muy mal gobernada pero convenientemente electrizada con la discusión independentista. Así, tiene sentido que diga que si no es legal o autorizada por el Gobierno, no hará la consulta. La respuesta la tiene desde hace mucho tiempo. Por lo tanto, sus planes no están encaminados a organizar el referéndum sino a recuperar por la vía de la movilización masiva el apoyo electoral que ha ido perdiendo convocatoria tras convocatoria.
Al final a lo que Mas aspira es a obtener un resultado espectacular en esas elecciones anticipadas de las que él habla de vez en cuando. Cierto que si hace una candidatura única, «de país», ganará, pero tendrá luego el problema de deslindar la victoria de unos y otros para poder destacar de entre todos y seguir liderando Cataluña.
Ese escenario sería también imposible para el Gobierno de España, aunque no tan dramático como el que está planteado ahora, porque tendría enfrente un Gobierno de unidad masivamente elegido y reclamando, otra vez, la secesión o, como poco, un trato muy claramente diferenciado del resto de comunidades. A algo así parece estar retándolo Rajoy: «A ver a quién le da más vértigo». Es un reto demasiado arriesgado.