Editorial, EL CORREO, 6/9/11
El Ministerio del Interior ha impuesto un estricto control sobre los 550 presos etarras para evitar que la banda, que pretende abrir un debate en las cárceles, pueda impartir consignas. Lógicamente, los filtros son más exhaustivos en lo referente a los presos más influyentes y con funciones de liderazgo, y alcanzan a todos los aspectos de la rutina de los reclusos, desde sus relaciones con los funcionarios y con los demás penados a las visitas. Es conocido que el colectivo de presos de ETA está incrementando su desapego de la organización terrorista, tanto porque han prosperado las tesis de la izquierda abertzale que abogan por vías políticas cuanto porque los terroristas encarcelados han perdido toda fe en las posibilidades de la banda para imponer sus condiciones al Estado: ETA está derrotada de facto y las pocas docenas de activistas todavía en la calle no gozan de libertad de movimientos. Esta estrategia inteligente provoca sin duda el aislamiento de los últimos comandos de ETA, acentúa la impotencia de los terroristas e impulsa a los presos hacia posiciones realistas: saben que no podrán eludir la dureza de la ley pero sí tienen a su alcance beneficios penitenciarios que aliviarán el trance amargo de su regreso a la sociedad.
Editorial, EL CORREO, 6/9/11