DAVID GISTAU – ABC – 22/07/16
· Aspiran a cronificarse en la mansedumbre de lo que ya forma parte del reglamento y de los viejos juegos de poder.
Las dos grandes aventuras emocionales que surgieron de la crisis del sistema han terminado. Constituyeron una vía de escape utópica para ciertas personas que necesitaban sacarse de encima la inmensa sensación de fracaso y decepción de este tiempo militando, a veces mediante el autoengaño, en algo mayor que ellas mismas, en algo redentor, refundador, purificador. Pero han terminado.
Los asaltantes del cielo podemitas se han normalizado como políticos profesionales que se hacen indistinguibles de los anteriores hasta en los automatismos y los lugares comunes de la jerga empleada. Ellos dirán que están en un proceso de adaptación al medio que los hará «menos sexys», menos ídolos del rock, pero más perdurables. De alguna manera, aspiran a cronificarse en la mansedumbre de lo que ya forma parte del reglamento y de los viejos juegos de poder, en lo que ha sido absorbido por el mismo sistema que se pretendía destruir.
Quedan los juramentos excéntricos y los himnos del patio trasero americano del siglo XX, puñito en alto. Pero eso es cosmético, una última coartada superficial. Podemos ya no es una aventura revolucionaria, no es el tren de Lenin en la estación de Finlandia, no puede prometer grandes emociones históricas a quienes se enganchen a su banderín. Son un partido político como otro cualquiera, para bien o para mal, ya se trate de un síntoma de madurez o de uno de fracaso y traición a la esencia fundacional. Ya viven en un mundo de ujieres y subsecretarios.
Los otros aventureros, los de la burguesía catalana enloquecida y devenida montaraz por la independencia, cómoda compartiendo fuegos de vivac con la CUP, no saben ya cómo regresar a los antiguos equilibrios basados en la coacción nacionalista de dinero a cambio de estabilidad. Ya se trate por el miedo a los monstruos que ellos mismos crearon o por la capitulación de los exhaustos. Se quieren envainar la Inoxcrom. Quieren abandonar el plano febril e inflamado de las grandes ficciones para regresar a ese otro prosaico donde la independencia sólo es la retórica de una capacidad de chantaje. Para ello, contarán con la insólita, pragmática, carente de escrúpulos ayuda de Rajoy.
Que está dispuesto, así sea usando el Majestic como coartada –como si aquella Convergència fuera ésta–, a transformar la percepción del partido que hace cinco minutos era traidor, ladrón, anticonstitucionalista y el mayor peligro para España hasta hacerlo pasar por un «socio natural» que comparte con el PP valores y principios. El mercadeo puede interferir, como antaño, hasta en la acción de la Fiscalía: mira que si hay que dar a Pujol otra vez una impunidad cleptocrática e incluso nombrarlo español del año. Tragaderas aquí hay para eso y para más, sobre todo si se usa como coacción la necesidad de terminar con la incertidumbre de las cosas que están en funciones. Pero vaya jeta.
Terminaron las aventuras emocionantes. España es hoy un país menos adolescente. Y sórdido como de costumbre.
DAVID GISTAU – ABC – 22/07/16