Andalucía tiene una tasa actual de paro del 28%, y es posible que a muchos de esos parados les gustaría poder pagar impuestos en vez de cobrar -si lo cobran- un subsidio, siquiera por complacer al señorito Puigcercós. El defecto de algunas bocas es que les da por hablar.
Ese muchacho, el señorito Puigcercós, tiene más razón que un santo cuando dice que aquí en Andalucía no paga impuestos ni Dios, que se supone que tendría que pagar la cuota de IBI correspondiente al tramo de cielo que afecta a esta comunidad: una buena finca de casi 88.000 kilómetros cuadrados.
Los empresarios catalanes, según el mencionado político, tienen en casa, prácticamente en régimen de ‘okupa’, a un inspector de Hacienda. Aquí no. Aquí llega un inspector al cortijo de un defraudador fiscal y dice desde su jaca cartujana: «Don Pepe, mire usted, hombre, que nos debe casi un millón de euros por esa manía suya de defraudar», y el tal don Pepe le replica: «¡Allá penas, don Joselillo, que estamos en la tierra de la jarana! Bájese usted del caballo y vamos a echarnos unas cañas de manzanilla, que ahora mismo aviso yo a un cuadro flamenco». Y el inspector de Hacienda se va sin el dinero, pero con toda la alegría del mundo metida en el subconsciente, que es de lo que se trata.
Aquí le mandan un requerimiento a un jornalero del campo y, cuando el inspector se planta en el chalé del jornalero en cuestión, le recrimina: «Venga, hombre, Manolo, que te hemos escrito y ni siquiera te has molestado en contestar», y el tal Manolo se justifica: «Verá usted, Gutiérrez (o lo que sea), es que la carta me llegó cuando estaba metido en el ‘jacuzzi’, después de pasarme todo el día vareando olivos, la abrí enseguida por sentido del deber cívico, se me cayó al agua y se corrió la tinta, porque este nuevo ‘jacuzzi’ que me han puesto parece una centrifugadora. Pero no se preocupe usted que, en cuanto me vaya al paro y venda un par de cuadros de Murillo que tengo en el sótano, le juro que le pago todo lo que le debo e incluso le doy una propina».
Cuando un inspector de Hacienda pilla en falta fiscal a un andaluz no le pone una multa, sino que le impone trabajos sociales, como por ejemplo el consistente en cantarle una saeta a la Macarena a la salida triunfal de su trono o en sacar a bailar una sevillana a una duquesa durante la feria de abril. Aquí se hacen las cosas, en fin, de otra manera, porque no es tan importante pagar impuestos como quedar bien con la gente, a ser posible sin soltar ni un euro.
En Andalucía tenemos una tasa actual de paro del 28,55%, y es posible -no sé, digo yo- que a muchos de esos parados les gustaría poder pagar impuestos en vez de cobrar -si lo cobran- un subsidio, siquiera por complacer al señorito Puigcercós, ese hombre que tiene una boca. Aunque el defecto de algunas bocas es que les da por hablar.
Felipe Benítez Reyes, EL CORREO, 26/11/2010