DAVID GISTAU – ABC – 19/01/16
· Los Graco se parecen más a lo que pretenden ser los tribunos de la plebe de Podemos.
Paseo dominical en Roma. Con un frío cortante. Regreso a los lugares que me inspiran lo que Umbral llamaba la «nostalgia de lo no vivido». En mi caso, remite –perdón– al periodo tardo-republicano, entre Catilina y el preciso instante en que Augusto cierra por fin las puertas del templo de Jano. En el Foro de Augusto vuelve a admirarme una de las mayores muestras de respeto a la propiedad privada que ha dado la historia de Occidente. Para el Princeps, ese Foro que contenía el templo de Marte Vengador que se propuso construir cuando hubiera matado a todos los asesinos de su padre adoptivo Julio César era el gran legado material de su existencia.
Pero el rectángulo no es perfecto. Una de las dos puertas que daban al barrio de Suburra está encogida y una esquina queda mellada. Se debe a que Augusto no expropió las casas que necesitaba destruir para abrir un espacio, sino que las compró una a una, y el propietario de la que estaba precisamente allí se negó a vendérsela pese a años de insistencia. El trazado de la planta terminó esquivándola. Ante la resignación frente al Derecho de uno de los hombres más poderosos de la historia, cabe imaginar a un grosero espadón como Chávez gritando: «¡Exprópiese!».
En la Vía Apia antigua, mientras me adelantan ciclistas vestidos con «maillots» fosforescentes, imagino en las cunetas los esclavos crucificados por Craso. Pienso también en la novela biográfica de Koestler, que influyó a Dalton Trumbo al escribir la película de Kubrick –un «peplum» con veneno doctrinal–, y me pregunto por qué Espartaco y la invención del espartaquismo fueron más importantes para las ideologías redentoras del XX que los hermanos Graco. Los Graco, asesinados ambos, uno de ellos apaleado por los senadores –¿del bipartidismo?– en el mismo Foro, se parecen más a lo que pretenden ser los tribunos de la plebe de Podemos cuando hacen esa partición entre plebeyos y patricios en la que el cultismo definitivo consistiría en llamar al PP partido de los «optimates».
Los Graco eran más de vindicar a «los de abajo», los del Aventino, los de la tribuna meridional del Circo Máximo, mientras que Espartaco, más allá de qué haya sido en realidad el personaje histórico, sólo era un extranjero cautivo que intentaba subirse a un barco. Los Graco son populistas europeos que agredieron con su ley agraria una jerarquía senatorial establecida mucho más antigua que la de nuestro ciclo del 78.
Otra cuestión es la usurpación por parte de burgueses de la categoría proletaria. Eso alienta un recuerdo que nos mantiene en Roma, pero ya en 1968: el poema de Pasolini posterior a los disturbios de Valle Giulia, cuando el cineasta comunista dijo que allí los únicos proletarios, aunque sirvieran a un error, eran los policías, porque los sesentayochistas que se decían luchadores del lumpen proletario traían todos caras de hijos de la pequeña burguesía. Y eso que Pasolini no vio a Iglesias y Errejón festejando las palizas a policías cuando lo de «Rodea el Congreso».
DAVID GISTAU – ABC – 19/01/16