EL MUNDO – 04/07/15 – ENTREVISTA FLEMMING ROSE, Jefe de Internacional del ‘Jyllands-Posten’
. Responsable de la publicación hace 10 años de las viñetas de Mahoma en el diario danés para el que trabaja, desde entonces ha sufrido varios atentados fallidos. La mantanza de ‘Charlie Hebdo’ le ha devuelto a la primera línea de batalla en pro de la libertad de expresión.
Hace 10 años tomó una decisión que le cambió la vida. Una de tantas que a diario forjan las señas de identidad de cualquier periódico. Flemming Rose (1958), entonces jefe de Cultura del danés Jyllands-Posten, quería un boceto de la autocensura en Europa y envió un e-mail a la asociación de viñetistas daneses: «Dibujad a Mahoma como lo veais». La publicación de las caricaturas incendió el planeta y dejó escaldada su propia vida, obligándolo a una rutina de escolta y semiclandestinidad. La matanza de Charlie Hebdo le devolvió a primera línea de combate por la libertad de expresión, que esta semana protagonizó su intervención en el campus FAES y en cuya defensa justifica la publicación de los dibujos.
P.– ¿Se arrepiente de haber publicado las viñetas?
R.– No. No creo que una caricatura valga una sola vida humana. Si te rindes a la intimidación y a la violencia, envías el mensaje de que ambas funcionan. Yo no pedí librar esta batalla, me vino impuesta. Esos dibujos no se publicaron para ofender a los musulmanes, sino para preguntar si existe la autocensura y si está basada en el miedo. Y así es. Diez años después, la respuesta es que sí hay autocensura y miedo.
P.– Tras la masacre de Charlie Hebdo, ¿cree que ha aumentado esa autocensura?
R.– Creo que en algunas cuestiones hay más, pero también hay individuos luchando contra ella. En el caso de mi periódico no publicamos caricaturas de Mahoma desde 2008 por cuestión de seguridad. La gente no lo sabe, pero desde hace ocho años el periódico y empleados como yo o Kurt Westergaard [autor de la viñeta de Mahoma con una bomba en el turbante] hemos sufrido entre cinco y 10 atentados fallidos.
P.– La policía ha interrumpido dos veces la entrevista para conocer exactamente su ruta de hoy. ¿Vive así todos los días?
R.– Sí, y es muy difícil acostumbrarse a coordinar la vida con la policía. Intento tener presente que esto ocurre porque hay personas que quieren matarme.
P.– Dice que la matanza de Charlie Hebdo no le sorprendió… ¿Hay que acostumbrarse?
R.– No creo que la amenaza se disipe, sino al contrario. Antes venía sobre todo en forma de ataques suicidas; ahora, como hemos visto en Túnez, llega de alguien que arranca a disparar en la playa o una tienda. Habrá más ataques, es parte de una batalla de ideas sobre lo que significa vivir en una sociedad multicultural y multirreligiosa.
P.– ¿Cuál es el mayor reto de Europa en ese sentido?
R.– Lograr gestionar esta creciente diversidad y al tiempo permanecer comprometida con los valores de la democracia. Me preocupa por ejemplo que en Francia se limiten las libertades, tanto en términos de vigilancia como de leyes o censura.
P.– ¿Qué consecuencias tendría una deriva así?
R.– Puede dar poder a las fuerzas xenófobas que realmente quieren discriminar a los inmigrantes y debilitar las libertades civiles.
P.– ¿Está Europa fallando a la hora de integrar a los musulmanes?
R.– Bueno, y los musulmanes también están fallando a la hora de integrarse ellos. En Europa no hemos sabido explicar bien qué se espera de quien viene, cuáles son las reglas si se quiere disfrutar de los beneficios de una democracia. Ese precio es que la gente tiene derecho a manifestar su opinión, incluido el derecho a criticar la religión.
P.– ¿Qué límite hay para la libertad de expresión? El Papa Francisco ha dicho que no se debe «provocar».
R.– Creo que fue muy estúpido por su parte. El Papa –como jefe de una institución responsable de la Inquisición y de la muerte de decenas de miles de personas en Europa por herejes o blasfemos– debería ser muy cuidadoso a la hora de condonar la violencia en nombre de la religión. No veo ninguna tensión entre las libertades de expresión y religión. Ésta última implica el derecho a decir no a esa religión y criticarla.
P.– ¿Dónde acaba el derecho a la libertad de expresión?
R.– Sólo acaba cuando impido a otro ejercer su propio derecho, especialmente a través de la violencia. Pero a la gente se le ha dicho que ser tolerante es callarse.
P.– ¿Cómo es posible que un chico crecido en Hamburgo deje atrás su vida para hacer la yihad en Raqqa?
R.– Hay experiencias comparables en el pasado. Jóvenes europeos que se sumaban a la Baader Meinhof en Alemania o a las Brigadas Rojas en Italia para matar en nombre de una ideología. Es una cuestión de identidad. Pero hoy el sentimiento de exclusión de los jóvenes musulmanes está siendo fomentado por sus padres, que viven en Europa pero mentalmente están en Oriente Próximo. Ser inmigrante es duro, hay que esforzarse, no culpar a la sociedad.
P.– ¿En qué radica el éxito del IS?
R.– El IS es muy atractivo porque, al contrario que Al Qaeda, controla un territorio en el que replicar el mundo del Profeta. Cuando Mahoma marchó de la Meca a Medina se convirtió en un señor de la guerra, un líder político con un territorio donde instituir las reglas del islam. El IS dispone de tierra para crear esa sociedad a imagen del Profeta.
P.– Hay musulmanes que alegan un doble rasero en Europa, donde negar el Holocausto es un crimen.
R.– Yo creo que hay una diferencia entre burlarse del asesinato de seis millones de judíos y hacerlo de una figura religiosa que murió hace 1.400 años. Pero no debería ser una diferencia legal, sino moral. Entiendo que los musulmanes piensen que protegemos las sensibilidades de otros grupos, pero no las suyas. Por eso es importante retirar estas leyes.
P.– La extrema derecha, ¿va a capitalizar este temor al islamismo?
R.– Los partidos mainstream han dejadola cuestión a los ultras por miedo a ser etiquetados como fascistas o racistas o nazis. Así han regalado votos a los ultras. Hay que reconocer que existen problemas de integración y enfrentarlos. Si no, sólo se consigue que crezcan.