Chapu Apaolaza-ABC
- Lo que le faltaba al PSOE eran los chulos de playa
El diputado socialista de la Asamblea de Madrid Juan José Marcano ha confesado que «con lo bueno que está el presidente del Gobierno» no le extraña que los del PP sientan «esta envidia tan asquerosa». Sánchez es guapo, aunque más guapo es Zapatero, como un Gilbert Roland pero de León, o de pandereta de la tuna del Grupo de Puebla en la residencia del embajador de Venezuela mientras la dictadura de Maduro humilla a Edmundo González.
Sánchez, al que le duele la cara, despliega una belleza que dice Montano que no funciona y yo creo que es porque la suya es una hermosura de ‘youtuber’ forrado, de hacer cien ‘burpees’, ‘sixpack’, ‘tupper’ de pechugas de pollo, batido de proteínas, tatuaje y Lambo con facturas del alargamiento de pene en la guantera. Sánchez, más que guapo, es un guayabo que va por el Congreso en Speedo, andando como un italiano por la playa de Sorrento, sacando más pecho que un legionario en la procesión del Jueves Santo en Málaga y porque tiende a poner encima de todas las mesas sus partes políticas, que imagino depiladas. La belleza, sin elegancia, es imposible y un guapo sin clase es un titi, un machaca o uno de esos que se me sientan en las terrazas de verano con unos gemelos como de ganar una etapa de la vuelta a Burgos, un pantalón cortísimo y una camiseta de trámite sobre un escote pectoral de ‘vedette’ de los noventa. Esos tipos que llevan a la boca comida por lo general revuelta en ‘pokes’, ‘bowls’ y otras guarradas orientales que no comen: se aprietan.
¿Por qué la gente que está muy fuerte come tan mal? No sabría decirlo, y ese es otro tema, porque yo venía a hablar del pedrismo, que dicen que está buenorro, del sanchismo como del PornHub, que te empotra en los baños de la cúpula del Banco de España, el Consejo General del Poder Judicial, la Fiscalía y por supuesto el CIS que justifica los medios de este régimen devenido en ‘follacracia’. El Gobierno tenía una mayoría de investidura para gobernar como si le hubiera votado un país entero y ahora no le concurre el legislativo pero luce, como cantaba el Selu, «este culito de panadero».
A Sánchez, paquete de España, mi amiga la ‘Zorraya’ de San Roque le hubiera dicho que le duermen –políticamente– doce palomos. La prueba de que no está tan bueno es que es de izquierdas, aunque, si te digo la verdad, eso está por ver. Digo esto porque mil quinientos estudios concluyen que los guapos son de derechas, pues naturalmente sufren menos resentimiento. En todo caso, el sanchismo echa por tierra definitivamente el socialismo que estéticamente creció de entre las tagarninas del campo en una legitimidad estética de manos leñosas y chaquetas de pana de la que la izquierda ha renegado ‘à jamais’ y cuya defensa ha heredado, alegremente, la derecha. Lo que le faltaba al PSOE eran los chulos de playa.