Ayer, a la hora de dar forma literaria a esta columna me encontré con Irene Lozano, vieja conocida hacia quien tengo algún motivo de reconocimiento. Ella dio forma literaria hace siete años a una reseña muy favorable de mi libro sobre el zapaterismo, en la que escribió que aunque no éramos exactamente amigos («un amigo es aquel a quien le cuentas que has matado a una persona y te ofrece ayuda para deshacerte del cadáver») no descartaba que cuando nos encontráramos para discutir sobre el libro acabara buscando «otro lugar más donde se pueda ocultar un cadáver». Me vi dos veces con ella.
La primera, en un seminario de FAES. La segunda, en una presentación de Rosa Díez en una campaña electoral junto a David Gistau. Después de su aventura política en UPyD, a la que puso punto final entregando el acta de diputada la misma mañana en que ella y Pedro Sánchez anunciaban su fichaje por el PSOE. Fue número cuatro por Madrid en las elecciones de 2015, lo que provocó un considerable revuelo en el PSOE. Ella desistió de figurar en la lista de 2016 –ir del corazón a sus asuntos, llamaba el poeta a este viaje sentimental–. Según parece, su actividad principal fue «dar forma literaria» a grabaciones de las charlas mantenidas por ella con su mentor socialista. O sea, escribirle un libro.
No dudo que la de Irene será una aportación literaria que ennoblecerá la biografía de Sánchez como escritor. Bastará con compararlo cuando se publique con su tesis doctoral, no digo más. Manual de resistencia se titula la obra que ya desde el título combina la vocación memorialista con la de guía para la acción. Inadecuadamente para mi gusto. Al tener conocimiento del título me vino a la memoria un libro publicado hace tres años por mi amigo Luis Martín Arias en Valladolid: Contrapolítica. Manual de resistencia. Era el libro de un resistente de verdad: desde la dictadura franquista hasta ahora mismo.
Salvo que el título sea una aportación personal de Pedro Sánchez, mientras se miraba al espejo, espejito mágico, Irene debió rechazar la ocurrencia. «Mira, Pedro, no es lo mismo resistir que aguantar», razonamiento sencillo que incluso él pudo entender sin necesidad de bajar a los detalles en las explicaciones. El doctor Sánchez se ha acreditado como un aguantador de primera. «Aguanta más que la sábana de abajo», diría de él Carlos Herrera, pero no se puede llamar resistente a un tipo que, como suele decir Joaquín Leguina de tipos como él, no han llegado a cotizar seis meses a la Seguridad Social.
Sánchez ha vivido toda su vida colgado del presupuesto. Ahora conocemos a su negra y sabemos aproximadamente cómo le pagó, con ese dinero público que no es de nadie, al decir de su vice. Cesó a Espinosa de los Monteros del cargo que desempeñaba gratis et amore, alto comisionado de la Marca España, para sustituirlo por Irene, secretaria de Estado de la España Global, que ganará un pastón y tendrá coche oficial.
Uno de mis sueños más recurrentes era que llamaba a Irene Lozano para pedirle que me ayudara a esconder un fiambre. Ya no podrá ser, pero Irene no ha perdido el tiempo. El doctor Fraude se está quedando con el cadáver de España entre las manos y ella le está ayudando a darle sepultura.