Tonia Etxarri-El Correo
Quedará para el archivo que, en el desastre que asoló fundamentalmente la Comunidad Valenciana, el presidente autonómico llegó tarde para digerir y dirigir la gestión de la catástrofe, que el Gobierno de España tardó días en activar al Ejército con un contingente suficiente y dilató, para incomprensión de muchos mandos de la Unión, las peticiones de ayuda a Europa. Que la vicepresidenta Teresa Ribera estuvo desaparecida mucho tiempo y que en la manifestación de Valencia sólo se exigió la dimisión de Mazón. Pero ayer, Pedro Sánchez reapareció para anunciar un nuevo paquete de ayudas económicas. Ya van 14.373 millones entre las dos partidas. Dinero que, por lo visto, ya no precisa de la aprobación de unos nuevos Presupuestos. ¿Por qué no está pidiendo la destitución de Mazón después de su impericia manifiesta en los primeros momentos de la dana? Porque ahora no toca. El presidente solo capitaliza las buenas noticias. Y, sobre todo, que Mazón se vaya cociendo en su propia salsa. Y ahora que la Guardia Civil ha descartado la tesis del propio Sánchez sobre los altercados en su visita a Paiporta (los indignados del palo no formaban parte de ninguna organización ultra), mejor desviar el foco y defender a los manifestantes de Valencia. Los que pedían la dimisión de Mazón. Ya habrá oportunidad para pedir responsabilidades, dice ahora la Moncloa después de que el PSOE haya costeado campañas en las redes sociales para desprestigiar al Gobierno de Valencia de la gestión de la catástrofe.
El Estado falló en toda su amplitud. Por mucho que ayer Pedro Sánchez dijera que «el Estado somos todos» no se puede diluir la incompetencia y la dejación de funciones en todos los ciudadanos. El Estado tardó una semana en tomar medidas. El pueblo, al que aludía ayer Sánchez, se puso en marcha en cuestión de horas. Es la diferencia.
Mazón dará explicaciones el jueves en el Parlamento valenciano. Tendrá que comparecer con un cargamento de autocrítica. Habrá que ver la actitud de Vox, que cogobierna con él. Quien no rendirá cuentas es Sánchez. No se presentará ante el Congreso, mañana, en la sesión de control. No rendirá cuentas. Ni Teresa Ribera, que tantos datos debería dar sobre el deficiente comportamiento de la Confederación Hidrográfica del Júcar, que depende de ella. Un desprecio más al Parlamento de los muchos que se han dado durante las dos últimas legislaturas.
Por respeto a los damnificados tendrá que haber dimisiones. Más de una. De los incompetentes (Gobierno autonómico) y de los incomparecientes (Gobierno de la Moncloa). Una situación endiablada para el PP. Si deja caer a Mazón, facilita que caiga solo sobre él el peso de la responsabilidad de una gestión caótica. Si lo mantiene, Sánchez irá forzando su desgaste hasta que llegue el momento de la revancha política. Lo que queda fuera de toda duda es que es injusto equiparar la tardanza en reaccionar con la inasistencia deliberada y no menos desequilibrado pedir responsabilidades sólo al Gobierno autonómico, como si se tratara de una taifa del Reino.