Daniel Lacalle-El Español

Francia es un país maravilloso con excelente capital humano, empresas innovadoras y empresarios excepcionales. Sin embargo, Francia está al borde de la quiebra porque durante décadas ha mantenido un modelo de estado gigante, elevadísimos impuestos, sector público hipertrofiado, inmigración descontrolada y legislaciones restrictivas. El Gobierno de España está copiándolo punto por punto.

Francia está en una crisis de deuda por culpa de los políticos “moderados” de siempre. Esos estatistas que callan cuando se dispara el gasto y luego piden prudencia y gradualismo ante los ajustes.

Esos “moderados” que proponen la misma farsa socialista de siempre: un ajuste de 50% gasto y 50% ingresos, el mismo engaño que siempre acude a aumentar la carga fiscal a empresas y familias y, después, nunca recorta los gastos que anuncia.

El problema de los “moderados” expertos franceses es que solo proponen medidas para poner parches, en vez de acabar con la inundación.

Francia nunca tuvo austeridad, tiene un estado gigante, altísimos impuestos y elevada inmigración, y todo ello les ha traído estancamiento, deuda y descontento social. Los contribuyentes están asfixiados y los beneficiarios del mal llamado gasto social están relegados a ser una subclase dependiente.

El truco en Francia siempre es el mismo: se genera una alarma artificial ante la supuesta amenaza radical y siempre se perpetúa el estatismo depredador

No podemos olvidar que el Banco Central Europeo ha dado todas las facilidades monetarias, con bajadas de tipos, el mecanismo antifragmentación y toda la maquinaria de disfraz de desequilibrios. Como ya hemos alertado en el pasado, ninguna de esas medidas llevó a que Francia corrigiese sus enormes desequilibrios, sino a perpetuarlos.

Macron llegó al poder alertando sobre el crecimiento “esclerótico” y el elevado gasto y no hizo nada. Bayrou se presenta como moderado, pero propone subir más unos impuestos que son confiscatorios desde hace años. Lombard no ha propuesto una sola medida liberalizadora y mantiene la carga fiscal asfixiante.

El problema de Francia son los expertos y políticos llamados moderados, que solo lo han sido a la hora de perpetuar un estado insolvente, porque a la hora de exprimir a los contribuyentes han sido claramente radicales.

El truco en Francia siempre es el mismo: se genera una alarma artificial ante la supuesta amenaza radical y siempre se perpetúa el estatismo depredador. Igual que en España.

Mientras la prensa se lanzaba a alertar contra la supuesta amenaza de Le Pen, nadie hablaba del desastre fiscal que traía la socialdemocracia y la izquierda. Los medios franceses han blanqueado a Mélenchon y sus propuestas comunistas y se ha escorado el debate económico hacia la izquierda, cimentando como única solución aparente un socialismo que no tiene nada de “light” y que solo considera a empresas y familias como cajeros automáticos.

Lombard afirma que “existe el riesgo de que Francia necesite la intervención del FMI” si su gobierno fracasa

Los gobiernos de Francia olvidaron que hay que crear riqueza para repartirla y se acostumbraron a hacer política para intentar calmar a los que detraen, ignorando a los que crean riqueza.

No es una sorpresa que, en las últimas semanas, se haya hecho popular el meme «C’est Nicolas qui paie» (es Nicolas, el que paga), pero es incorrecto. En Francia, el exceso de subvenciones y gasto político no lo paga Nicolás, sino que lo pagarán sus nietos, si los tiene.

El primer ministro Bayrou ha alertado que Francia está al borde del precipicio, cerca de la quiebra y que podría necesitar un rescate del FMI. El problema es que un rescate del FMI solventaría muy poco en lo que tiene que ver con el gasto descontrolado y mucho menos respecto a la carga fiscal confiscatoria.

Lombard afirma que “existe el riesgo de que Francia necesite la intervención del FMI” si su gobierno fracasa en controlar el déficit y la deuda pública, que ya supera los 3,3 billones de euros —el 114% del PIB—.

El déficit fiscal proyectado para este año es del 5,4%, con pagos de intereses cada vez mayores tras el aumento de las primas de riesgo y los tipos de los bonos franceses, que han llegado a superar los de Grecia en algunos tramos. El problema es que ni Lombard ni Bayrou defienden políticas de liberalización y eliminación de gasto superfluo.

En España, la deuda de la Seguridad Social ha pasado de 34.000 millones en 2018 a más de 126.000 millones en 2025

La situación francesa ilustra los riesgos de políticas expansivas insostenibles, especialmente en sistemas de mal llamado bienestar y pensiones.

En España, la deuda de la Seguridad Social ha pasado de 34.000 millones en 2018 a más de 126.000 millones en 2025: se ha multiplicado casi por cuatro. El déficit real del sistema, oculto por transferencias estatales superiores a 43.000 millones en 2025, equivale ya al 8% del PIB, según el Banco de España.

Sin estas ayudas, el sistema sería técnicamente insolvente: los ingresos por cotizaciones no cubren ni de lejos todos los compromisos y cada año el Estado debe endeudarse más para evitar el colapso.

Las transferencias del Estado a la Seguridad Social superan cada año los 40.000 millones de euros, el déficit público global de España permanece por encima del 3%, llegando al 3,3% en 2024 y solo con previsiones muy optimistas de reducirse en los próximos años.

¿Qué puede aprender España de la crisis francesa?

El gradualismo siempre fracasa y la socialdemocracia es ruina asegurada. Sin reformas estructurales en pensiones, eliminación de gasto inútil y reducciones de impuestos, el Estado corre el riesgo de enfrentarse a una crisis de confianza similar a la francesa.

Depender de inmigración, fondos europeos y transferencias masivas para cubrir déficits contables llevará a una crisis de credibilidad pública y a una intervención externa.

La propaganda y la euforia no funcionan. Es fundamental reconocer la magnitud real de los déficits y diseñar soluciones drásticas y valientes antes de que la crisis sea irreversible.

El caso francés muestra que ser una economía grande y desarrollada no evita entrar en quiebra por exceso estatal.

La lección de Francia para España es sencilla: no existe el “ajuste gradual” ni vía ingresos y mantener el sector público sobredimensionado siempre lleva a la ruina. La inmigración ilegal no paga las pensiones y, lo más importante, no hay nada de “moderado” en mantener impuestos confiscatorios para mantener un estado hipertrofiado.