Francina Armengol, fiel sanchista de primera hora, fue recompensada con la presidencia del Congreso. Ahora se sabe que, además de estar de juerga en un local en pleno confinamiento, también adjudicó millonarios contratos a la trama Koldo sin información y contrarios a la ley
Francina Armengol bailaba y bebía el 7 de octubre de 2020, a las 2 y 10 de la madrugada, en el Hat Bar del casco antiguo de Palma de Mallorca. Los vecinos habían denunciado que el garito –sancionado anteriormente por exceso de ruidos y otras ilegalidades- incumplía la orden de cerrar a la una. Era plena pandemia, y el dueño alegó que no podía cerrar porque “dentro del local había una autoridad”.
Era Francina Armengol, que solo unos días antes, en el Parlament balear anunciaba la reducción de reuniones sociales y familiares hasta 6 personas y pedía «sacrificios» que «nos alejan de nuestros seres queridos», “sacrificios necesarios porque debíamos bajar la curva”. Nunca asumió responsabilidades políticas por pasarse por el arco del triunfo el confinamiento que reclamaba para sus gobernados.
Lo que no sabíamos entonces es que Francina Armengol, la farmacéutica nacida en Inca en 1971, hija del alcalde de su ciudad en la que ella misma, como buena saga socialista, sería luego concejal, lo que no sabíamos, insisto, es que unos meses antes de su juerga en nocturna y en lo más duro de la pandemia, cuando la gente moría y los sanitarios se cubrían con bolsas de basura esperando al aplauso de las ocho, Francina había firmado una serie de contratos con la trama del amigo del secretario de Organización de su partido, el PSOE.
Francina Armengol y sus escarceos ‘indepes’
Ahora sabemos que Francina Armengol, la que estudió en Barcelona y se afilió a una organización independentista catalana antes de pasarse definitivamente al PSOE de Islas Baleares –que lidera desde 2012- adjudicó el 8 de mayo de 2020 un contrato de suministro de mascarillas por 3,7 millones de euros. Que lo hizo –como todos- por el procedimiento de urgencia y negociado sin publicidad, y que las mascarillas llegaron a Baleares el 27 de abril, pese a que la declaración de la tramitación de emergencia del contrato se solicitó dos días después.
Y sabemos, según el sumario y las actuaciones de la UCO, que “la adjudicación podría haberse realizado en contra del precepto a lo referido en el precitado artículo 153.6 de la Ley de Contratos del Sector Público«, y que los agentes “no han localizado documentos sobre la formalización de este contrato en los que se recoja información clave como la identificación de las partes, la definición del objeto del contrato o las condiciones de los pagos. Tampoco consta que se fijara un responsable del contrato para supervisar su ejecución; actuación esta última que exige la citada ley”.
Francina Armengol, además, cambió luego los contratos para que los pagaran los fondos UE, dio el visto bueno a las mascarillas tras decir que eran fake e intentó retirarlas finalmente de los pagos de Europa para que Bruselas no los fiscalizara.
Francina Armengol perdió las elecciones de mayo –esas que se llevó por delante a todo el PSOE menos a Page- tras 8 años de Gobierno en las islas en coalición con Podemos y con los “ecosoberanistas” de Més per Baleares.
Francina Armengol no tuvo el menor problema en entregar el área de política lingüística a los ecosoberanistas: quitó el castellano como lengua vehicular en las aulas e instauró el catalán obligatorio, por ejemplo, para ejercer la medicina. Resultado, mientras ella firmaba adjudicaciones millonarias a la trama de Koldo, las islas padecían en plena pandemia el resultado de la fuga de médicos que no sabían el idioma que ahora les imponían para ejercer. Hoy, gracias al Gobierno de PP y Vox, ya no es obligatorio.
Pero Francina, pese a perder las islas y haber sido asediada por escándalos como el de la prostitución de menores tuteladas a las que nunca hizo caso –la primera denuncia, de una niña de 13 años, fue ignorada y luego llegaron las de al menos 16 más que destaparon una red de abusos en los centros baleares- no tardó ni medio segundo en encontrar acomodo gracias a Pedro Sánchez, que tenía reservada para ella nada menos que la presidencia del Congreso.
Y es que ya se sabe que Pedro Sánchez nunca deja tirado a los amigos –salvo que los amigos vuelen por su cuenta, como José Luis Ábalos-. Francina Armengol es una sanchista de primera hora, la única presidenta de Comunidad que respaldó a Sánchez en su lucha interna en Ferraz y siempre estuvo a su lado en el ‘no es no’ a Rajoy. Y eso, se compensa.
Cuando Sánchez necesitó una figura bien vista por sus socios más tramontanos –ERC, Junts, Bildu, Podemos- recurrió a ella: no en vano, además de sus veleidades independentistas en Barcelona siempre se mostró partidaria de un referéndum sobre la Monarquía. La primera vez, en la Ejecutiva socialista que presidía Rubalcaba. No le hicieron ni caso. La segunda, en el propio Parlament balear donde apoyó una iniciativa de sus socios de Gobierno sobre el modelo de Estado.
Francina Armengol se convirtió en presidenta del Congreso con el aplauso de los socios independentistas de Sánchez y tras prometer por escrito que se usaría el vasco, el catalán y el gallego en las Cámaras, aunque hubiera que comprar pinganillos por el procedimiento de urgencia, que, de eso, de contratos de urgencia, Armengol sabía mucho.
Y Francina pagó con creces el favor de Su Sanchidad. En el discurso de apertura solemne de las Cortes, para jolgorio de los socios del Frankenstein II, obvió el tradicional «¡Viva el Rey!” que hasta su predecesora, Meritxel Batet, no había dudado en pronunciar. Además, concedió a Sánchez más de 40 días para atar los apoyos de indepes, ultras, nacionalistas, proetarras y Puigdemont, antes de fijar el debate de investidura.
Y cuando ejerció desde la presidencia, no dudó en callar ante los insultos de los socios hasta el punto de provocar una reunión sin precedentes del CGPJ para condenar “su aquiescencia y mutismo” ante los ataques de los diputados de ERC, Bildu y Podemos a los jueces y los señalamientos como prevaricadores, con nombre y apellidos, de Miriam Nogueras, la dóberman de Puigdemont.
El hijo de «Carbonerito» ya ha caído y ahora observa a Francina Armengol desde el Grupo Mixto. No está dispuesto a ser el único que se coma ‘el marrón’. Además de Francina, en el banco azul se sientan Fernando Grande Marlaska y Ángel Víctor Torres
Con este currículum no es de extrañar que, tras el informe de la UCO y el sumario del caso Koldo-Ábalos, el PP se haya puesto como objetivo de caza mayor la pieza de esta mujer, marcada por los escándalos, que se saltaba el confinamiento mientras pedía sacrificios y limitaba las reuniones de las familias, y que venía de firmar con la trama contratos por valor de varios millones de euros con el escolta de Ábalos.
El hijo de «Carbonerito» ya ha caído y ahora observa a Francina Armengol desde el Grupo Mixto. Él no está dispuesto a ser el único que se coma ‘el marrón’. O eso se temen en Ferraz del otrora todopoderoso secretario de organización del PSOE. Además de Francina, en el banco azul se sientan Fernando Grande Marlaska y Ángel Víctor Torres. Y en Moncloa saben que Ábalos tiene mucha manta de la que tirar.