Entrevista
Natalia Cristóbal-El Debate
- El histórico dirigente socialista llama a no juzgar los hechos en el día a día, sino «en su totalidad». Y advierte: «Todo obedece a un proyecto político de permanencia en el poder»
Francisco Vázquez (La Coruña, 1946) tiene tras de sí una consolidada trayectoria que le convierte en autoridad para analizar la encrucijada en la que se encuentra hoy España. El que fuera alcalde de su ciudad natal durante más de dos décadas y embajador de España ante la Santa Sede hace tiempo que rompió con el PSOE, en el que militó durante buena parte de su vida y por el que hoy se siente traicionado y no reconoce.
«Yo no busco nada. A mis espaldas tengo casi 40 años de servicio público a España. Hoy lo que hago es expresar mi preocupación por mi país, al que quiero, y por la España del futuro de mis hijos y mis nietos», asegura en su visita a la redacción de El Debate. Anima a no callar ante la «grave situación que estamos atravesando y los peligros de futuro que hoy tenemos», y a alertar al sector de centroizquierda reformista que se encuentra «superado» por la realidad del PSOE actual.
— Usted mantiene la tesis de que la democracia en España está en peligro. ¿Por qué?
— Sí, efectivamente. Hoy es mucho más importante que el ciudadano tome dimensión de lo que está sucediendo desde hace varios años, no de la noticia del día, porque esa es la estrategia del Gobierno: cada noticia que sale amortiza y hace olvidar los excesos cometidos anteriormente. Hoy hablamos del problema del fiscal y olvidamos el de la amnistía o los indultos. Cada vez más avanzamos hacia un modelo de Estado totalitario electivo, en el cual sí hay elecciones, pero estas no inciden en un desarrollo democrático del poder. Todo lo contrario.
Desde que está el actual Gobierno socialcomunista, todos los organismos de control y garantía que prevé la Constitución o el ordenamiento jurídico han sido copados desde un punto de vista político. El caso más paradigmático es posiblemente el Tribunal Constitucional, pero también la Fiscalía General del Estado, el Instituto Nacional de Estadística, el CIS, el Banco de España, los medios de comunicación públicos… Un principio democrático tan importante como es la alternancia política cada vez es más difícil. Y el poder actúa con una absoluta impunidad.
El debate político ya no es un debate clásico de izquierda o derecha. Empieza a ser un debate de libertad frente a totalitarismo
Creo que a esto la oposición tiene que contraponer una política, primero, de denuncia, pero sobre todo unos valores y políticas, un modelo de convivencia y de sociedad frente al actual modelo que nace fruto del abandono por parte del PSOE de su posición reformista; abandono que lo lleva a formar parte del frente rupturista que viene funcionando desde el inicio de la Transición y que componen los partidos contrarios a la Constitución, a la unidad de España, y que son los que hoy unos forman parte del Gobierno, como el caso de Sumar, y otros forman la mayoría parlamentaria que lo sustenta: ERC, el PNV, el BNG, y sobre todo Bildu, un partido vinculado al terrorismo. El debate político ya no es un debate clásico de un modelo de izquierda o de derecha. En España ya empieza a ser un debate de libertad frente a totalitarismo.
— Hablaba de lo que tiene que hacer la oposición. ¿Cómo valora la labor del PP y de Vox?
— La oposición, sobre todo, lo que tiene que poner en evidencia es que tiene un modelo alternativo, y para eso primero tiene que decirnos qué medidas va a tomar. Porque las más de las veces reduce su discurso a pedir unas elecciones anticipadas o que el Gobierno dimita o que haya un voto de censura, y eso es una utopía. Las minorías que apoyan al Gobierno no lo van a dejar caer, porque están avanzando en la consecución de sus objetivos de una forma y a una velocidad como nunca pensaron.
Y tiene que subrayar algo importante. Lo primero, que aquí lo que hay es un partido de derechas y uno de centroderecha. No hay la ultraderecha que se denuncia. Un partido de derechas, como es Vox, que es un partido constitucional, que admite la Constitución y el modelo de Estado y que defiende una serie de valores con los cuales yo no coincido, pero sí respeto, defiende la unidad de España y los valores de la Transición. Y un partido de centroderecha como es el PP.
El problema es una ultraizquierda que sí existe, que participa en el Gobierno y que apoya al Gobierno, una ultraizquierda radical y extremista, que defiende la ruptura de la unidad de España, como es el caso de Bildu y de ERC, o de todo ese conjunto de partidos minoritarios como el BNG, Compromís, etc. Partidos que aspiran a romper la unidad de España. Una ultraizquierda contraria a la Constitución. Partidos que quieren cambiar la forma del Estado, y con una clara vocación totalitaria de corte comunista vinculados a este nuevo comunismo populista que representa, por ejemplo, Venezuela, o que puede representar Nicaragua.
No hay la ultraderecha que se denuncia. Sí existe una ultraizquierda, radical y extremista, que participa en el Gobierno y que lo apoya
Hoy frente a ello han asumido la defensa de los valores constitucionales la derecha y el centroderecha. Lo cual es desolador para un socialista como yo, para quienes desde el centroizquierda y la izquierda reformista defendimos un modelo de convivencia, de tolerancia y vinculado a las democracias europeas. Hoy nos hemos visto engañados, defraudados y traicionados por este nuevo PSOE que ha renunciado a esa posición y que lo que ha establecido es una política de confrontación, de muros a través de la mal llamada memoria democrática.
— Precisamente por ser usted exmilitante socialista le pregunto: ¿tiene alguna esperanza de que pueda volver ese otro PSOE?
— Ninguna, porque la estrategia que hoy tiene no es una estrategia que obedezca a un proyecto ideológico, es simplemente un proyecto de poder. Hace unas concesiones necesarias para poder mantenerse en el poder que van en contra de la Constitución, de la unidad de España y, sobre todo, que atentan de una manera grave a valores democráticos como la división de poderes, como lo que representó la amnistía o el proyecto de ley para garantizarse la impunidad. Es una situación muy grave.
La actual organización del PSOE ha renunciado a su propia condición histórica de un partido democrático y representativo para convertirse en un partido de corte caudillista en el que no hay democracia interna más allá de la votación y la elección del líder y que ha pactado con todas las fuerzas políticas contrarias a los valores constitucionales y a las ideologías propias de un partido socialdemócrata.
Hoy hay un gran vacío en el centroizquierda y en la izquierda. Hay millones de españoles que no son votantes porque no se identifican con ninguno de los proyectos. Ahí la responsabilidad de la oposición, que tiene que decir qué es lo que va a defender, qué valores.
Que el PP abandone toda esperanza de que va a haber un voto de censura, y mucho más cuando se dice que con Junts. ¿Qué quiere decir? ¿Que van a legitimar las negociaciones, los acuerdos y los pactos y la amnistía que este Gobierno ha hecho para mantenerse en el poder con un prófugo condenado por el Tribunal Supremo, como es Puigdemont, y con un partido como Junts? Lo que hay que hacer es clarificar.
— Mencionaba antes la proposición de ley que ha registrado el PSOE hace unos días que va contra los jueces. ¿Qué supone, a efectos prácticos, para el Estado de derecho?
— En primer lugar, representa un reconocimiento tácito de la culpabilidad de los casos de corrupción que están afectando tanto al fiscal general del Estado como a la esposa del presidente del Gobierno o a su hermano. Su objetivo final es la impunidad.
A los españoles les debe ser indiferente si al final hay condena o no. Lo que hay es una reprobación moral ante una conducta éticamente inadmisible como la que han llevado a cabo estos señores, que han abusado para su beneficio propio de los puestos que ocupaban o del poder que tenían.
Esta ley es un capítulo más, no es un hecho aislado. Continúa a la decisión tomada dos días antes de deformar la verdad histórica de la Transición con esa conmemoración de la muerte del general Franco diciendo que fue cuando empezó la libertad, que es totalmente mentira, y que lo que intenta es desviar la atención de la gente. Todo obedece a un proyecto político de permanencia en el poder, de evitar e impedir la alternancia política, un proyecto político de carácter totalitario, en el que se intenta imponer un modelo que rompa con la Constitución, con el proyecto nacional, con el modelo de Estado y, sobre todo, que por la vía de la imposición establezca unas pautas de convivencia que no responden al criterio mayoritario de la sociedad.
La estrategia que hoy tiene el PSOE no obedece a un proyecto ideológico, es simplemente un proyecto de poder
Además, en ese proyecto de ley, por ejemplo, se deroga el delito de libertad religiosa, se limita al hecho de dañar un derecho que tenemos los ciudadanos, que es el principio de la libertad religiosa, no otras cuestiones, que sí se castigan y se persiguen.
— Le pregunto ahora por el caso del fiscal general. Hemos conocido esta semana el auto del Supremo en el que ya se apunta también al Gobierno. Sin embargo, desde Moncloa sostienen que son elucubraciones. ¿Qué opinión le merece la posición del Ejecutivo?
— El Tribunal Supremo pone en evidencia uno de los excesos que se vienen cometiendo en el abuso de poder continuado por parte de este Gobierno, como es, por ejemplo, la utilización de su poder para atacar a los adversarios políticos.
Parece mentira que sean los propios protagonistas los que hablen de bulo y engaño, que son precisamente los que a través del engaño desarrollan su política propagandística. Olvidamos que el jefe de Gabinete del presidente de Gobierno, el señor Diego Rubio, es una persona que hizo una tesis doctoral en Oxford sobre la ética del engaño, de la mentira y del secretismo, en la cual señala que éticamente es posible manipular la verdad y a la opinión pública. Esta es la persona que tiene la dirección del equipo de casi 400 colaboradores que tiene Sánchez en Moncloa, dentro de los 960 colaboradores que tiene todo el conjunto del Gobierno.
A esto se une la repetición de las mentiras, como hace el ministro Bolaños, que lo que hace es desarrollar los principios totalitarios de la repetición constante de una mentira que terminará convirtiéndose en verdad o la reiteración en los anuncios de medidas para de esa manera olvidar y amortizar las anteriores. Es lo que hacía el ministro de propaganda de Hitler, Goebbels, del cual es su principal discípulo.
La oposición tiene que desmontar, por ejemplo, todas estas mentiras que se están diciendo sobre la libertad con ocasión de la muerte del general Franco, cuando aquello fue un proceso totalmente distinto del que nos están contando. Frente a lo que representaba a los grupos inmovilistas que no querían el cambio del régimen, los continuistas, había sobre todo una ultraizquierda rupturista que recurrió a la violencia, al asesinato, como es el caso de ETA, del FRAP, del GRAPO. Frente a ello, que es lo que se quiere desmontar, hubo evidentemente una identificación desde dentro del régimen y desde fuera, desde la oposición, de quienes integraban aquel régimen y quienes venían de las cárceles del exilio, de superar el pasado, de dialogar y consensuar y poner en marcha una gran reconciliación nacional, que es la que hoy está en peligro y la que se ataca desde la memoria democrática, y de la que hay que recordar, sin complejos, que el gran impulsor fue el Rey Juan Carlos I.
— ¿Cree que el propio Sánchez puede acabar imputado?
— Bueno, es inconcebible que una persona, incluso desde el punto de vista profesional, pueda ya haber llegado a lo que ha llegado. Era simplemente un liberado del PSOE, un amanuense del secretario de Organización, José Blanco, y ha trastocado totalmente las estructuras históricas del partido. Ha sustituido una organización que se basaba en la representatividad por la implantación de un sistema de elección directa del líder.
La ley de Memoria Democrática es un ataque directo a la reconciliación nacional, aparte de una manipulación de la verdad histórica
Y a partir de ahí, ha incorporado como estrategia política una sola: la de ocupar el poder. Ha seguido la línea que marcó Pasqual Maragall y el PSC cuando fue el primer partido que rompió una norma no escrita: que gobernara el partido más votado. Llevados por su ambición, pactaron con los comunistas y con un partido independentista, ERC, para poder gobernar. Establecieron el Pacto del Tinell, que indicaba que en ningún caso se dialogaría o se acordaría con la derecha. Se establecían los cimientos de ese muro del que habla Sánchez, de esa vuelta a las dos Españas, y que de una forma directa se lleva a cabo a través de la ley de Memoria Democrática, que es un ataque directo a la reconciliación nacional, aparte de una manipulación de la verdad histórica, y, en todo caso, una manifestación totalitaria.
Lo que hace Sánchez es lo que hace un autócrata. Va adoptando todas las leyes y decisiones que controlan cualquier tipo de oposición o incluso de independencia, sobre todo en las instituciones que tienen como cometido fundamental controlar la acción del Gobierno e impedir que se puedan cometer excesos. Va a dejar una España muy difícil de recuperar; nadie habla de la deuda que hay y de quién la va a pagar.
— Usted ha dicho que no ve probable que se convoquen elecciones, pero ¿ve cerca el final político de Pedro Sánchez? ¿Cree que en 2027 puede haber un cambio?
—Eso va a depender mucho de lo que también haga la oposición, y además con una dificultad añadida, que es el uso de la propaganda que hace el Gobierno. Controla RTVE, los canales de televisión y la radio públicas, y cuenta con el maridaje con el llamado Grupo Prisa, que es El País y la SER, y con toda una serie de tentáculos financiados dentro del mundo digital. Eso genera una gran propaganda. Y se hace muy difícil a la oposición transmitir sus ideas.
El Parlamento no es solamente el cruce de frases ingeniosas; es dejar muy clara la contraposición entre dos modelos de entender la vida, de enfocar la convivencia, dos modelos distintos de valores y principios, que hoy ya no son la izquierda y la derecha. En la España actual, es la contraposición entre la libertad y el totalitarismo. Hoy es el compromiso en la defensa de la Constitución, de los valores que representó la Transición, que es lo que está en juego.