Carlos Souto-Vozpópuli
Franco pertenece a la historia; Maduro sigue escribiendo los capítulos más oscuros de la suya
Franco ha resucitado. No literalmente, claro, sino en la retórica política y mediática del gobierno del PSOE, donde su figura sigue sirviendo como el villano necesario. ¿Crisis económica? Franco. ¿Paro récord? Franco. ¿Inmigración ilegal? ¡Franco!
Definir un enemigo inexistente como distractor y mitificar la batalla en su contra es un recurso común de estos populismos de manual. No hay que olvidar que en la génesis de este movimiento, en el que Sánchez ha enrolado a España, hubo siempre militares, exguerrilleros y exterroristas. Le faltaban aquí, pero él ya los agregó. Son el denominador común. Este factor ya los hace genéticamente enemigos de la democracia.
Con esa banda anda Sánchez. Es la misma banda del dictador Maduro. Sin embargo, el presidente del Goierno español ha decidido que, durante este naciente 2025, todo a lo largo del mismo, resucitará al dictador Franco. Celebrando 50 años de su muerte o celebrando que Maduro se quedará 50 años más, eso no está claro.
Mucho después de muerto Franco, cualquier debate sobre la derecha española inevitablemente acaba en su tumba. Mientras tanto, Nicolás Maduro, responsable directo de una crisis humanitaria devastadora en Venezuela, es defendido y excusado por miembros del gobierno socialista español. Por supuesto, esta hipocresía no es nueva en este grupo político.
En el pasado nos dio a Zapatero, una especie de Forrest Gump de la política española, el peor presidente de la historia democrática, hoy defensor de Maduro y embajador sin cartera de una dictadura sanguinaria.
La diferencia más evidente entre Franco y Maduro es que el primero pertenece a los libros de historia, mientras que Maduro está al mando de un narcoestado,
¿Se ha preguntado el progresismo local cómo pudo ese hombre , con esa cara de “no tengo idea de qué estoy haciendo, pero voy a hacerlo igual”; ser elegido presidente con el apoyo de toda la cultura y mucho pueblo español, para luego convertirse en cómplice de otros artistas, los de la tortura, que trabajan cada día en el infierno del Helicoide? De todos modos, Sánchez no necesita aprender de Zapatero porque, como siempre, prefiere superarlo.
La diferencia más evidente entre Franco y Maduro es que el primero pertenece a los libros de historia, mientras que Maduro está al mando de un narcoestado, donde la falta de libertades fundamentales es aterradora.
Sin embargo, ciertos sectores políticos y mediáticos españoles parecen más interesados en exhumar a Franco —literal y figurativamente— que en alzar la voz contra Maduro. Para ellos, parece que hay dictadores buenos y dictadores malos. Esta doble vara moral es especialmente evidente cuando se observa el lugar que España ocupa en el panorama internacional respecto a Venezuela.
Mientras que países de todo el espectro político, desde Estados Unidos y Europa, hasta Chile, han criticado a Maduro, España parece alinearse con el “pelotón autocrático”. Un abanico de regímenes que va desde dictaduras asesinas a sistemas semi democráticos formado principalmente por Cuba, Nicaragua, Irán y Rusia. Y España. No olvidemos también que varios cuentan con el apego de Colombia, Brasil y México, nada menos.
Este posicionamiento no solo desacredita a España como una democracia comprometida con los derechos humanos, sino que la aísla de sus aliados naturales en el ámbito europeo y occidental. La comunidad internacional también merece su parte de responsabilidad en el caso de Venezuela. En este sentido, la desidia de los países democráticos y la comunidad internacional ha sido una socia silenciosa de Maduro.
El problema es que, sin un plan de acción determinado y sin un liderazgo fuerte, los esfuerzos internacionales se diluyen. Esa tarea recae, inevitablemente, en Estados Unidos, el único actor con la capacidad y la influencia para estructurar un frente sólido contra el grupo de enemigos suyos que se fortalecen la región del Caribe sin pausa.
Trump ya no quiere ver a Sánchez ni de lejos en su acto de asunción. Es que, si lo invita, luego tiene que ocuparse de indicarle adonde sentarse
Sin embargo, hay una luz de esperanza para el pueblo venezolano, la figura de Marco Rubio en el inminente gobierno de Trump. Sus convicciones políticas y su conocimiento profundo de la estructura del eje Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia, Irán y ahora España, podría provocar un cambio en la forma en que se aborda la crisis venezolana, deteriorando aún más la relación con España, claro está.
Para empezar, aparentemente Trump ya no quiere ver a Sánchez ni de lejos en su acto de asunción. Es que, si lo invita, luego tiene que ocuparse de indicarle adonde sentarse, es un incordio inútil. En fin, el contraste entre Franco y Maduro es, en última instancia, un ejemplo de cómo la política puede ser víctima de sus propias contradicciones.
Cada vez que se ignora o se justifica a un dictador como Maduro, no solo traicionamos a quienes sufren bajo su régimen, sino que también comprometemos nuestra credibilidad como defensores de la libertad. La verdadera memoria histórica no es selectiva; es universal.
El pasado no se puede cambiar, pero el presente sí. Franco pertenece a la historia; Maduro sigue escribiendo los capítulos más oscuros de la suya. Y cada día que lo ignoramos, esa historia se convierte, irónicamente, en parte de la nuestra.