José María Múgica-Vozpópuli
La única celebración posible y deseable no es otra que la aprobación de la Constitución de 1978
Se ha publicado un “Manifiesto contra Franco”, en el que figuran cerca de cien firmas entre las que se encuentran la de Nicolás Redondo, Andrés Trapiello, Fernando Savater, Juan Luis Cebrián, Albert Boadella, Federico Jiménez Losantos, Félix de Azúa, Teo Uriarte, Félix Ovejero y así hasta cien firmas. Ese manifiesto es una oposición a la pretensión descabellada del Gobierno de erigir 2025, aprovechando el cincuentenario del fallecimiento del dictador Franco, en un año de libertad para España. Esa pretensión es rigurosamente incierta. La libertad no llegó a España en el año 1975. Muy al contrario: entre represión, detenciones arbitrarias, estados de excepción, fusilamientos del 27 de septiembre de ese año, cualquiera con dos dedos de frente entiende que ese año fue uno más –aunque fuera el último– del dictador Franco. No. La libertad llegó a España con posterioridad, después de un arduo proceso de consenso y reconciliación entre quienes venían del franquismo y quienes lo hacían desde el antifranquismo. Habremos de recordar que a la muerte del dictador, el presidente del Gobierno continuó siendo Arias Navarro, el “carnicerito de Málaga”, producto de sus desmanes en aquella tierra en tiempos de la Guerra Civil. No, no había signo de libertad en aquella época. Y no fue hasta primeros de julio de 1976 que el rey D. Juan Carlos nombró presidente del Gobierno a Adolfo Suárez. Ahí se empezaron a abrir las cosas, dando por fruto todo el período de la Transición democrática que dio por resultado la Constitución, votada abrumadoramente por el pueblo español en 1978. Esta fue la historia y cualquier otra cosa no es sino un bochorno.
No hay gobierno que pueda quebrar esa historia. Tan sólo puede pretender adulterarla, a base de intentar no hablar de los problemas que se ciernen sobre los españoles. La corrupción, la falta de alternativas, el fracaso en políticas como la vivienda
Como dice el “Manifiesto contra Franco”, “hacemos desde aquí un llamamiento a la ciudadanía, y en especial a las fuerzas políticas, a boicotear cuantos aquelarres promuevan en torno a Franco aquellos que dicen celebrar la libertad echando mano de la discordia, su mayor amenaza, y de la reconciliación, promoviendo el encono civil. Los españoles ya estamos reconciliados. Lo hizo una abrumadora mayoría, y dio a ese pacto el nombre de Constitución de 1978. La única fecha de celebración posible y deseable”. Así fue: la única celebración posible y deseable no es otra que la aprobación de la Constitución de 1978 –fiesta nacional– mediante el voto muy mayoritario, casi unánime, del pueblo español. La única Constitución habida en España que fue votada en referéndum por todos los españoles. Lo demás, estos cien actos previstos para 2025, no deja de ser una charlotada que no tiene nada que ver con la historia de nuestro país. Este autor recuerda –seguro que Sánchez no, quien contaba tres años a la muerte del dictador–, cómo en su casa, en Año Viejo de 1975, su padre, al encarar el Año Nuevo, proclamó “Viva 1977”. Y por qué 1977, y no 1976, contestamos los presentes. La respuesta no dejaba lugar a dudas: porque 1976 será un mal año para España, y la democracia vendrá a partir de 1977. Y así fue, cuando Adolfo Suárez convocó las elecciones del 15 de junio de 1977 y partir de ahí se abrió el proceso constituyente que culminó en la Constitución de 1978 y en estos casi cincuenta años de avance y progreso para España. No hay gobierno que pueda quebrar esa historia. Tan sólo puede pretender adulterarla, a base de intentar no hablar de los problemas que se ciernen sobre los españoles. La corrupción, la falta de alternativas, el fracaso en políticas como la vivienda, una juventud que se queda atrás, y tantas otras cosas.
El silencio ante Venezuela
Sólo podemos pedir a este Gobierno que quien estuvo siempre en el antifranquismo y sus familias no sea considerado, a día de hoy, un franquista. Sería un suceso inadmisible. Mañana, 10 de enero, se producirá el nombramiento del nuevo presidente de Venezuela. Nadie, a estas alturas, sabe lo que puede pasar: entre un tirano como Maduro y el legítimo ganador de las elecciones, Edmundo González Urrutia. No hemos escuchado de este Gobierno una posición ni clara ni oscura en apoyo de Edmundo González. Es el silencio como única regla. Es el triunfo de una izquierda iliberal, incapaz de reconocer y defender la verdad de las elecciones del 28 de julio pasado. Si, una cosa que se llama izquierda es incapaz de reconocer la realidad incuestionable del presidente democráticamente electo Edmundo González Urrutia, es ese espacio –sedicentemente de izquierdas– el que se va por el desagüe. Podríamos decir “menos Franco” –personaje de un mundo que ya felizmente no existe en España desde hace décadas– y más libertad. Tengan el coraje de reconocer a Edmundo González como legítimo presidente de Venezuela. Lo demás, es pura farsa.