Miquel Escudero-Catalunya Press
lunes, 5 de agosto de 2024, 15:01
- “Dentro de los falangistas hay una variada gama de pareceres y unos y otros no se entienden»
De familia carlista, el arquitecto bilbaíno José Luis de Arrese fue nombrado por Franco ministro secretario general de FET y de las JONS. Era 1941, tenía 36 años de edad y desplazó a Serrano Suñer. Franco lo cesó cuatro años después, con la victoria de los Aliados y con la presentación del Fuero de los españoles en las Cortes, el cual introducía, aunque muy restringidos, derechos de expresión, reunión y asociación. Los descendientes de Arrese han permitido al historiador Joan Maria Thomàs investigar en su Archivo político y ofrecer documentación inédita. De este modo, se acaba de publicar Postguerra y Falange (Debate), libro que aborda ese período del partido único franquista.
“Dentro de los falangistas hay una variada gama de pareceres y unos y otros no se entienden, existiendo una sorda lucha entre grupos que se constituyen alrededor de determinadas personas sin que se pueda conseguir por buena voluntad que en ello se ponga, concretar cuáles son las divergencias doctrinales entre unos y otros”.
En la coalición franquista, liderada por un caudillo indiscutible, denominado natural, se flotaba de forma permanente entre rumores y murmuraciones y la práctica de equilibrios y malabarismos era continua. Mientras se convocaba a “la tarea de hacer de España, una, grande y libre”, la Guerra Civil seguía sin liquidarse y se distinguía entre ‘auténticamente españoles’ y ‘antiespañoles’. Una vida social incoherente y delirante. El cinismo de los jerarcas era tan poderoso y difícil de imaginar que Arrese, poco antes de cesar en el cargo escribió a Franco que: “el 90 por ciento de los falangistas saben muy poco de la doctrina; para el 90 por ciento ser falangista consiste en guardar lleno de emoción el recuerdo de José Antonio, tener siempre a punto la camisa azul para los días de fervor patriótico y levantar el brazo gritando hasta enronquecer el ‘Arriba España’ de los buenos tiempos”.
Y en la carta de dimisión que Arrese se guardó bien de enviar, pero que sintió la necesidad de escribir, y que Thomàs ha reproducido del archivo de quien fuera jerarca falangista, anotó:
“Me ha dicho Su Excelencia que no podemos impregnar de doctrina a nuestras gentes cuando no sabemos qué posturas nos convendría adoptar; y que no me preocupe de que la ley salga falangista, porque las leyes no se hacen con miras a la permanencia, sino a la conveniencia de cada momento y si dentro de diez años no nos gusta, la cambiamos”. Huelgan comentarios.
En noviembre de 1944, y en reprobación a unas declaraciones de Franco a la Hoja del Lunes, se produjo una grave insubordinación de las Falanges Juveniles de Barcelona, cuyas actividades quedaron suspendidas después de que muchos de aquellos jóvenes rompieran sus carnets y arrancaran en sus locales los retratos de Franco, uno de los cuales fue blanco de carabinas de aire comprimido, tal como hizo constar por escrito el Servicio de Información e Investigación del partido.