Isabel San Sebastián-ABC
- Izquierda y extrema izquierda andan a bofetadas, mientras el centro-derecha se reagrupa en Madrid
Si la fallida moción de censura en Murcia fue, parafraseando a Churchill, el «fin del principio», las elecciones de Madrid marcan el principio del fin de ese Frankenstein letal para España alumbrado por Pedro Sánchez. La izquierda y extrema izquierda que lo integran andan a bofetadas, no solo entre sí, sino dentro de sus respectivos partidos. Lo mismo ocurre con los sediciosos catalanes que lo respaldaron en el Congreso y ahora no logran pactar las poltronas de un Ejecutivo local. Ciudadanos, cómplice necesario del PSOE en su empeño frustrado de ‘okupar’ las comunidades gobernadas por el PP, ha pagado su traición desapareciendo de la asamblea madrileña y fracturándose en Valencia y Baleares… de momento. Es un zombi sin votantes cuyas siglas y cargos electos se aferran a un pasado muerto. En el otro lado del espectro, los populares madrileños celebran el ‘regreso a casa’ de los electores decepcionados por la deriva de los naranjas y asumen de forma tácita una convivencia pacífica con Vox, manifestada durante la campaña con la ausencia total de ataques por parte de sus candidatas. En resumen, cambian las tornas. En la zurda todo es vileza y mohína, mientras el centro-derecha se reagrupa y celebra la victoria.
Digo vileza y mohína porque mohína es lo que se percibe en los pocos socialdemócratas que aún conservan el carné, no solo ante la hecatombe sufrida, sino al contemplar la vileza del modelo cesarista que se ha impuesto en lo que antaño fue una organización respetable. Vileza es culpar a Franco y Gabilondo de un fracaso gestado en La Moncloa, cortarles la cabeza y llevar la miseria humana hasta el punto de dejar solo al vencido en las urgencias de un hospital a donde solo Díaz Ayuso acudió a brindarle apoyo. Vileza es tratar de matar políticamente a Susana Díaz con el propósito de liquidar el último bastión de resistencia al sanchismo y expedientar a Leguina y Redondo por expresarse en libertad. Vileza de mal perdedor es insultar a los votantes como han hecho Calvo y Ábalos. Vileza, rabieta y un camino directo hacia un nuevo batacazo.
A la izquierda de esa izquierda las cosas están aún peor. Íñigo Errejón ha consumado su venganza arrollando a Podemos y sobrepasando al socialismo, no por ser más moderado, que no lo es, sino porque al no haber catado poder tampoco ha sufrido desgaste. Pablo Iglesias se marcha a gozar de su vida de rico como el cobarde que siempre ha sido, «sinvergüenza y rata», a decir de su número tres en la lista de ese grupo menguante que se hartó de predicar a gritos, pero solo ha repartido trigo al ‘coletas’ y sus amigos.
Hacía mucho tiempo que el PP no tenía una mano tan buena. Si Pablo Casado escoge seguir el ejemplo de Ayuso, dispone de un año y medio para construir una alternativa capaz de ganar a Sánchez.