Isabel San Sebastián-ABC

  • Los herederos de Iglesias no romperán la baraja por el precio de la luz. Han descubierto la vida de rico y les gusta demasiado

Imagine, querido lector, dónde estarían las huestes de Podemos en este preciso momento si quien gobernara en España fuese el centro-derecha. Yo se lo digo: en las plazas, armando bronca, quemando contenedores y arrojando adoquines a la Policía, como protesta por un precio de la luz que calificarían de robo a las clases populares. Sus líderes acapararían horas de televisión denunciando el abuso intolerable de las eléctricas y llamando a su nacionalización, mientras sus diversos terminales ‘sociales’, emboscados en presuntas organizaciones vecinales, de consumidores y demás tapaderas, se encargarían de poner el grito en el cielo acusando a «la casta» de lucrarse con unos recibos que se han triplicado en un año y no dejan de subir. Dado que «la casta» ahora la conforman ellos, apenas se oye un ruido de sus labios y las calles están tranquilas, porque ellos son y han sido siempre quienes las agitan a su conveniencia, que ahora consiste en beneficiarse del dineral que recauda el Gobierno, vía impuestos, gracias a esa tarifa disparada. Concretamente 3.300 millones de euros más este 2021. No solo las eléctricas están haciendo su agosto ante el silencio del Congreso.

Frankenstein arranca el nuevo curso político unido por el trinque que sirve de argamasa a sus miembros. Tras sus plácidas vacaciones con cargo al contribuyente, Sánchez ha recibido al fin el respaldo de Biden, en mínimos de popularidad tras su vergonzosa huida de Afganistán. Ambos presidentes se afanan por vender la oprobiosa retirada de Occidente como un éxito de evacuación, con el agravante de que, en el caso del español, los héroes de la misión han sido un embajador cesado por quien se pone la medalla y unas Fuerzas Armadas a las que siempre ha despreciado, coordinadas por un Ministerio de Defensa que, según decía él en 2014, «sobraba». Claro que ya sabemos el valor que tiene su palabra y la extrema facilidad con la que cambia el discurso. Ahora presume de popularidad internacional y se relame pensando en los fondos prometidos por la Unión Europea, que le permitirán repartir el maná con el que compra a sus socios. En primer lugar, Podemos, dispuesto a tragar lo que sea con tal de seguir acaparando fondos para alimentar chiringuitos en los que colocar amiguetes. Fingirán discutir por la subida del salario mínimo o la reforma laboral, pero todo estará pactado de antemano. Además, siempre quedará Europa como chivo expiatorio de cualquier medida restrictiva que haya que imponer al gasto. Los herederos de Iglesias no romperán la baraja. Han descubierto la vida de rico y les gusta demasiado. Tampoco lo hará ERC, segura de llevarse la parte del león para Cataluña, ni mucho menos los barones socialistas que se pasan la vida amagando y nunca terminan de dar. Mientras haya harina, no habrá mohína en el poder. Queda por saber si veremos algo digno de llamarse oposición.