Editorial-El Correo
- La sentencia del Tribunal de Comercio sobre los aranceles rompe el ritmo resolutivo que el presidente quiere y necesita en este mandato
El Tribunal de Comercio Internacional de Estados Unidos, una instancia federal especializada en velar por el ejercicio constitucional de las relaciones mercantiles con otros países, resolvió la noche del miércoles que los ‘aranceles recíprocos’ de Donald Trump incurren en un exceso competencial por parte del presidente, y deben ser retirados antes de diez días. Aunque el fallo no afecta a las tarifas del 25% que penden sobre el acero, el aluminio, los automóviles y sus componentes, ha tenido un efecto demoledor en el relato impuesto por Trump nada más tomar posesión de su cargo en enero. La insistencia en que EE UU se encuentra en tal estado de emergencia que faculta a la Casa Blanca a operar en la excepcionalidad conllevaba que jueces y tribunales no electos quedarían invalidados para pronunciarse sobre reglas de intercambio que tratarían de restituir su dignidad y su dinero a los estadounidenses.
Para los tres magistrados de la Corte que ha desbaratado la omnipotencia de Trump resulta un contrasentido que Washington considere el déficit comercial como causa de emergencia nacional, cuando se trata de una situación duradera que ha de acometerse desde la normalidad. Para el Tribunal de Comercio Internacional, Trump invade prerrogativas que corresponden al Congreso. Y es más, recurre al subterfugio de concebir sus aranceles como réplica proporcionada a los que los demás países aplican a los productos y servicios estadounidenses para afrontar problemas como el narcotráfico o la inmigración irregular. Cuestiones imposibles de solventar por esa vía. Hasta el punto de que los jueces invalidan y declaran contrarias a la ley las órdenes ejecutivas que con tales finalidades firmó el mandatario.
Este podría afrontar el litigio apelando a la mayoría con la que el Partido Republicano cuenta en las dos cámaras, con el ánimo de recurrir finalmente a la Corte Suprema. Pero la sentencia del Tribunal de Comercio ha roto decisivamente el ritmo resolutivo que Trump quería y necesitaba imprimir a su segundo mandato. Y ello después de que ha tenido que corregir una y otra vez su impulsiva forma de dar órdenes al mundo y a los socios más fiables de su país. Y cuando por fin se ha consumado su particular ruptura con Elon Musk. Mientras, el acrónimo TACO (siglas en inglés de ‘Trump siempre se acobarda’) triunfa en los mercados bursátiles para visible enojo del inquilino de la Casa Blanca.