Jesús Cuadrado-Vozpópuli
Sería un error imperdonable olvidar que no hay pacto de Estado posible si depende de este tipo
Con su golpe al orden internacional del comercio, Donald Trump se ha convertido en una amenaza excepcional. En España, agravada por la asumida incapacidad para gobernar de Pedro Sánchez y sus socios. Sin presupuestos, con un déficit y una deuda desbocados, obligados a duplicar en días el gasto militar, el sanchismo, en respuesta a la crisis arancelaria, echa mano de sus habituales narrativas de distracción. Actuarán como en la pandemia, anuncian, cuando encabezaron el pódium de la OCDE con una caída del 11% del PIB en un año.
No está el mundo para charlatanerías. Las decisiones del loco de la Casa Blanca son interpretadas por muchos como un simple recurso para negociar desde una posición de fuerza. Pero, parecen más bien irracionales, marcadas por el fanatismo ideológico. En 2017, el economista Richard Baldwin advertía con detalle sobre la posibilidad de un presidente populista en EEUU que provocara un desastre mundial por “utilizar modelos mentales del comercio internacional que dejaron de ser válidos hace décadas”. Está pasando.
Solo desde un pensamiento zombi puede entenderse que el líder de la primera potencia comercial del mundo opte por el proteccionismo frente a todo el planeta. Si estará loco que, habiendo provocado el aumento de la inflación en su país, exige ahora al presidente de la Reserva Federal que rebaje los tipos de interés. Un mentecato que la está liando, y contra la opinión mayoritaria de los estadounidenses. Institutos de opinión como Gallup y Pew Research están detectando un rechazo contundente a las medidas de Trump -un 60% a su política económica-. Pero hará daño, y mucho, sobre todo a los países europeos.
Hay dinero, proclama el ministro de Economía, apuntando a la UE y sus fondos. “Nuestros valores no están en venta”, dice un presidente que cambia de principios cada mañana. ¿Un plan sin presupuestos ni mayoría parlamentaria?
La respuesta de Sánchez no debería sorprender. Lo que ha presentado no es un plan, es otro relato publicitario. Convertir cada crisis en una oportunidad para salir del pozo es la especialidad de la casa. Si no hay reacción, volverá a engañar a todo el mundo. Hay dinero, proclama el ministro de Economía, apuntando a la UE y sus fondos. “Nuestros valores no están en venta”, dice un presidente que cambia de principios cada mañana. ¿Un plan sin presupuestos ni mayoría parlamentaria? Se crece en las dificultades, propala el sanchismo mediático de oficio. Independientemente del buenismo de equidistantes, sería un error imperdonable olvidar que no hay pacto de Estado posible si depende de este tipo.
A pesar de todo, al sanchismo le ha salido un apoyo no forzado. En Vox han debido pasar por alto que una guerra comercial es una guerra, con enemigo incluido. La violenta irrupción de Trump en la política internacional va a dejar muchos damnificados políticos por el camino. Han olvidado que el trumpismo no es fiable, como se ha comprobado en Ucrania. Hasta el punto de ir en contra de la opinión del pueblo estadounidense que, entre Putin y Zelenski, está masivamente contra el ruso y a favor del ucraniano, según todas las encuestas. Como los europeos, españoles incluidos, están lejos del húngaro Orban, aliado de Abascal, y radicalmente contra Putin.
Quienes como Sánchez y sus fatídicos aliados no están considerando con seriedad la necesidad del rearme de Europa y el consecuente aumento del gasto militar están incrementando los niveles de riesgo cierto para generaciones de españoles
El mundo, en fin, se está complicando, y mucho. Clint Eastwood es el autor de una gran película sobre “la guerra de nuestros padres”. Hoy se puede asegurar que ya está en marcha la que podríamos denominar como “la guerra de nuestros hijos”. Será muy diferente, pero guerra, al fin. Quienes como Sánchez y sus fatídicos aliados no están considerando con seriedad la necesidad del rearme de Europa y el consecuente aumento del gasto militar están incrementando los niveles de riesgo cierto para generaciones de españoles. Y los que banalizan la cuestión, también.
Es la hora de más Europa para fortalecer la centralidad democrática amenazada como hace cien años. Lo que no es incompatible con preservar la viabilidad de la OTAN que, como se puede comprobar en la última entrega de julio de 2024 de la Transatlantic Trends, tiene el apoyo amplísimo de estadounidenses y europeos, a pesar de Trump y los comunistas españoles. De hecho, el respaldo a la Alianza aumentó espectacularmente a partir de 2022 en los 32 países -ocho puntos porcentuales en España-.
La cohesión europea es la respuesta. Justo lo contrario de lo que significa el viaje en este momento de Sánchez a China -vía Zapatero y Grupo de Puebla-, al margen de la cautela exigida por la UE. No se puede ignorar que, como advertía Joschka Fischer, Europa debe evitar depender económica y tecnológicamente de una potencia que se confiesa enemiga de las democracias liberales de Occidente.