IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Cuando los principales accionistas de una empresa, que suponen más de la mitad de su capital social, alcanzan un acuerdo de venta resulta muy difícil oponerse a ella. Solo es posible hacerlo si hay algún accionista que cuente con suficiente músculo financiero y encabece una revuelta que, en general, solo consigue elevar el precio y no evitar la venta. Aquí, en este caso, no sucederá tal cosa una vez que Zegona, la Corporación Alba y, sobre todo, Kutxabank han aceptado la operación al precio planteado. La postura de esta última resulta crucial, pues Euskaltel ha sido ‘algo más’ que una empresa desde su nacimiento en 1996. Fue la concreción mercantil de un anhelo político. Luego, el tiempo diluyó poco a poco el anhelo e incrementó los aspectos puramente mercantiles. Nada extraño, suele suceder. Máxime cuando, como es el caso, se trataba de una empresa pequeña y de ámbito local que navegaba en un sector fuertemente internacionalizado en el que operan corporaciones de tamaño descomunal.

Euskaltel mantuvo siempre una relación especial con la Administración vasca. El lehendakari José Antonio Ardanza ocupó muchos años la presidencia de la compañía, en la que nada se ha hecho sin el visto bueno del partido guía. Y la empresa devolvió ese cariño con su apoyo a iniciativas culturales y deportivas de primer orden y de enorme impacto popular. La ‘marea naranja’ abarrotando las pendientes del Tourmalet suponía una operación de marketing que desbordaba con mucho el espacio empresarial para entrar de lleno en el imaginario colectivo. Pero cuando navegas en aguas por donde abundan los tiburones, se corre el riesgo de que te muerdan. MásMóvil también es una empresa vinculada al País Vasco, qué duda cabe. Pero es una empresa, no un sentimiento de pertenencia.

Los coqueteos de MásMóvil con Vodafone no han llegado a nada -al menos de momento- y Euskaltel se ha convertido en el plato principal de la cena. Un final que, como digo, cuenta con la anuencia mercantil de los principales accionistas y, hay que suponer, que con el visto bueno político necesario en este caso.

Tal y como se anuncia en la OPA, las acciones se pagarán a 11,17, euros lo que implica una prima del 16,48% que no es descomunal, pero ha sido considerada aceptable por, de momento, el 52,32% del capital social. Así que la andadura de la empresa de telecomunicaciones tendrá un final, no sé si feliz, pero sí pacífico, por más que suscite cierta decepción en el ‘ambiente’. Así son las cosas en este mundo cruel. No cabe duda de que fue bonito mientras duró.