Francisco Igea Arisqueta-El Confidencial
En su momento, algunos planteamos la necesidad de hacer una oferta al PSOE para intentar sacarle de sus alianzas con quienes pretendían llevar este país por la peligrosa senda del enfrentamiento
“Aquel día aprendí que en política las explicaciones siempre llegan tarde”.
M. Ignatieff.
Esta frase de ‘Fuego y cenizas’ siempre me ha parecido la más genial del impagable relato de las andanzas del candidato liberal a la presidencia de Canadá. Si alguien quiere saber lo que es la política, no debería perderse ese maravilloso libro.
Vuelvo apesadumbrado, como todos, después de la despedida más elegante que he visto hacer en política en muchos años. Albert, con quien entré en la política con mayúsculas, ha dado una lección a toda nuestra clase política, y a mí también. Ha demostrado que colocaba a su país por delante de su interés y se ha despedido asumiendo toda la responsabilidad del indudable fracaso electoral que hemos cosechado. No es justo. No lo es. Se han cometido errores graves de estrategia y los hemos cometido todos los miembros de la Ejecutiva. Así lo dije en la misma. No es un secreto para nadie que he sido uno de los miembros más críticos de este órgano, pero soy tan responsable del fracaso como cualquiera.
En su momento, algunos planteamos la necesidad de hacer una oferta al PSOE para intentar sacarle de sus alianzas con quienes, desde el populismo y el nacionalismo, pretendían llevar este país por la peligrosa senda del enfrentamiento y la dinámica de buenos y malos. La política española necesitaba, continúa necesitando, un partido capaz de argumentar y proponer las reformas que este país precisa. Una política económica auténticamente liberal, que huya del capitalismo clientelar; una regulación más limpia y transparente que asegure unas reglas de juego iguales para todos. Una reforma política que introduzca más rendición de cuentas, que mejore las relaciones del electorado con su clase política y combata con eficacia la corrupción que lastra el crecimiento económico. Necesita un partido capaz de alcanzar acuerdos a izquierda y a derecha para evitar el chantaje nacionalista y ser capaces de construir puentes en los asuntos de Estado.
España necesita un partido capaz de alcanzar acuerdos a izquierda y a derecha para evitar el chantaje nacionalista y construir puentes
Para ello, algunos propusimos en su día hacer una oferta al PSOE que, o bien le impidiese alcanzar esos pactos, o bien desarmase de manera contundente cualquier intento de Sánchez de cargar a Ciudadanos con la culpa de la repetición de elecciones. Es conocido lo que ocurrió, por lo que no es necesario explayarse más.
Hoy, tras la repetición electoral más absurda e interesada de la historia europea, nos encontramos nuevamente al borde del abismo, pero con 10 escaños en lugar de 57. El país se enfrenta hoy a la posibilidad cierta de armar un gobierno entre el peor PSOE de su historia, el populismo mágico e irresponsable de Iglesias y los nacionalistas insaciables.
¿Qué podemos hacer para ser útiles a nuestro país? Esa es la pregunta que me hago mientras me dirijo desde la estación hasta la sede de Ciudadanos en la calle Santiago. Allí me esperan los mejores hombres y mujeres con los que uno hubiera soñado estar en política. Nuestros procuradores y nuestros consejeros en las Cortes y la Junta de Castilla y León. Hablamos y debatimos. Les comento mi visión del asunto.
Es necesario intentar forzar un acuerdo que salve a nuestro país de una ruina que nos afectaría a todos. Castilla y León no es una isla, ninguna comunidad lo es. Nuestras políticas están condicionadas por la financiación y el presupuesto estatal. Si España se hunde, nosotros lo haremos con ella. Para llegar a un acuerdo hay que negociar, y en una negociación hay que saber cuál es la relación riesgo/beneficio más aceptable para nuestros ciudadanos. Si lográsemos un acuerdo a tres entre los partidos constitucionalistas, salvaríamos una política económica más sensata, aseguraríamos la pervivencia del pacto constitucional y tendríamos un frente común para combatir el peligro de la secesión.
Todo ello es de la máxima importancia para los ciudadanos que nos han votado. Todo ello es imprescindible para que nuestra comunidad continúe por una senda de progreso que puede verse truncada por este monstruo multiforme con el que nos amenaza el Dr. Sánchez. Un acuerdo que incluyese políticas concretas y la renuncia a pactar con el populismo de izquierdas y de derechas. Un acuerdo que salvaguardase nuestra visión de Europa y el modelo de progreso económico que supone el libre comercio. Un acuerdo para hacer frente al supremacismo y a la secesión.
Les pregunté entonces si, en el caso de que ese acuerdo se extendiese a las comunidades autónomas, ellos tendrían algún inconveniente en renunciar a sus cargos si fuera preciso. La respuesta no me sorprendió. Todos ellos afirmaron, sin dudarlo un segundo, que no tendrían inconveniente alguno en volver a sus puestos. No puedo describir el orgullo que siento de poder trabajar al frente de estos profesionales. Esto es lo que trasladamos al día siguiente en los medios, que nosotros estaríamos dispuestos a renunciar a todo, en el marco de ese posible acuerdo. Un acuerdo global, no un intercambio de mercancías.
Para llegar a un acuerdo hay que negociar, y en una negociación hay que saber cuál es la relación riesgo/beneficio más aceptable para los ciudadanos
Traté de explicar también que entendía que este es el espíritu de nuestro partido. El espíritu de quienes están dispuestos a todo para conseguir la mejor política posible para sus ciudadanos, independientemente de la comunidad en la que vivan. Puede que me equivocase a la vista del alud de críticas que han tratado de hacer pasar como una subasta lo que era una oferta de la máxima generosidad. Puede que en política estos gestos no se comprendan, quizás por lo inusual de los mismos. Puede que haya quien se haya preocupado porque hemos trasladado una imagen errónea de nuestra disponibilidad. No puedo ofrecer lo que, evidentemente, no está en mi mano. Ese ofrecimiento le corresponde a mi partido.
Estoy muy orgulloso del gesto de mis compañeros y nadie, salvo yo mismo, es responsable de la mala interpretación que algunos hayan podido dar. La política es un fuego abrasador para quienes la vivimos con la ilusión de servir a nuestros ciudadanos. Las cenizas que quedan después solo son el símbolo de que hemos vivido con intensidad nuestro oficio. España necesita hoy de hombres y mujeres como nuestro equipo en la comunidad. Hombres y mujeres de fuego.
*Francisco Igea, vicepresidente de la Junta de Castilla y León y miembro de Ciudadanos.