Kepa Aulestia, EL CORREO, 11/9/12
La manifestación independentista de hoy en Barcelona constituirá un hito más del distanciamiento a impulsos de Cataluña respecto a España
La Diada que se celebra cada 11 de septiembre será protagonizada este año por la manifestación que atravesará el centro de Barcelona tras la pancarta ‘Catalunya, nou estat d’Europa’. Una iniciativa surgida al margen de las fuerzas parlamentarias a convocatoria de la autodenominada e inédita Assemblea Nacional Catalana (ANC). Sus promotores ya han dejado claro que la cita es inequívocamente independentista, aunque las adhesiones convergentes e incluso de algunos dirigentes socialistas insistan en presentarla como una movilización transversal de reivindicación catalanista. En cualquier caso, el recuento de los manifestantes será interpretado, dentro y fuera de Cataluña, como apoyo al soberanismo. Aunque convendría distinguir entre los deseos de una sociedad que tiende a mostrarse cada vez más independentista –en un 51% en la encuesta de julio del CIS– y la existencia de una voluntad política y ciudadana dispuesta a afrontar realmente semejante desafío.
El curso político da comienzo en el tono elevado y sin precedentes de la independencia, imposible de mantener durante los próximos meses. ¿Cuál sería el lema de la próxima Diada? Los convocantes confían en dar paso a un tiempo nuevo gracias a la inercia que induzca la manifestación de hoy. Los adherentes del gobierno de la Generalitat intentan convencerse de que encauzarán la energía soberanista hacia la negociación del «pacto fiscal» con Rajoy. Aunque por ahora lo único cierto es que los partidos e instituciones se han visto desbordados por la capacidad de convocatoria de la ANC. El soberanismo contempla la jornada como si la historia trazara indefectiblemente una línea recta y ascendente entre la movilización de hoy y el logro de un Estado propio para Cataluña. Se trata de una visión tan voluntarista como la que presentan estos días Durán i Lleida y el propio Mas cuando se esfuerzan en obtener un rédito político neto de una movilización que no controlan.
La llamada por la independencia tiene su antecedente en los referendos convocados en distintos pueblos y ciudades catalanes entre finales de 2010 y principios de 2011. Una iniciativa que resultó entre frustrante y anodina, y ante la que el nacionalismo convergente mantuvo una postura que evolucionó de la distancia a la aproximación. La fórmula elegida en esta ocasión resulta más eficaz e indiscutible en sus efectos inmediatos: la gente se manifestará a miles como si representase a una mayoría aplastante de catalanes. Pero acto seguido las formaciones políticas y las instituciones tratarán de reconducir el eco de ese aldabonazo hacia la obtención de sus objetivos inmediatos, a la espera de que ninguna otra convocatoria desbarate sus planes del hoy y ahora partidario.
Claro que la manifestación independentista se convertirá, para el nacionalismo, en el juramento por no dar ningún paso atrás. El acontecimiento no será inocuo para el interior de Convergencia e incrementará el desconcierto en el seno del PSC. Artur Mas no podrá pendular en su política de alianzas entre gobernar con la anuencia del PP y ensayar complicidades con ERC e ICV. Y los socialistas acabarán perdiendo definitivamente –y por méritos propios– la ‘autoritas’ moderadora que ha determinado la política catalana desde la Transición.
La Diada conmemora una derrota –la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión de 1714– que cada 11 de septiembre trata de convertirse en victoria. Hace treinta y cinco años Cataluña lo consiguió al dar impulso al Estatuto con una manifestación. Hoy la perspectiva de triunfo parece más comprometida puesto que se aspira nada menos que al establecimiento de un Estado catalán en Europa. La confrontación con Madrid sigue vendiendo: la de hoy será una movilización contra el agravio. También ‘Barcelona World’ cuela mejor como réplica al ‘Eurovegas’ de Esperanza Aguirre. Pero el verdadero proyecto independentista se encuentra en el «pacto fiscal» que Mas propondrá a Rajoy la próxima semana. La España actual puede ser financieramente viable con la privilegiada excepción que representan el concierto y el convenio para Euskadi y Navarra. Sin embargo, quebraría si Cataluña se dotase de un sistema similar. Lo que abriría paso a la independencia catalana.
Ni éste ni ningún presidente del Gobierno central puede avenirse al «pacto fiscal» propuesto por la Generalitat sin cargar sobre sus espaldas el ocaso definitivo del Estado español. Paradójicamente, una Cataluña con Concierto y Cupo sería más onerosa para España que una Cataluña independiente de la que el resto del país pudiera desentenderse. Del mismo modo que una Cataluña independiente en Europa daría lugar a más ajustes y recortes, en caso de recesión, que el Estatut actual.
Pero una eventual independencia de Cataluña provocaría un ‘efecto dominó’ incontrolable. La dialéctica de la manifestación de hoy interpela a la responsabilidad de los partidos y de la Generalitat. Lo probable es que Artur Mas acabe amagando con la convocatoria anticipada de unas elecciones cuyo resultado podría abocarle a entonar un discurso muy próximo a la independencia.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 11/9/12