Las palabras del lehendakari solo quieren decir que el euskera ha sido utilizado por ETA, como todo el mundo sabe. Hacer del idioma una causa bélica para justificar el enfrentamiento es para temer que el odio siga anidando en la sociedad vasca más politizada más allá de la existencia de ETA.
No es la lengua , es su utilización . Ese ha sido el problema en las comunidades autónomas y, particularmente, en Euskadi desde la Transición. Un problema que ahora ha vuelto a suscitar la oposición política en Euskadi para profundizar en la brecha creada en torno a los euskaldunes y los que no lo son, todos ellos ciudadanos vascos, por cierto. Se podría haber liado una polémica avinagrada con cualquier excusa. Porque la ‘operación desgaste’ contra el primer lehendakari constitucionalista empezó a partir del momento en que Patxi López juró su cargo en la Casa de Juntas de Gernika y, para tal evento , solemne y ceremonioso, la música salió de las notas de un oboe en lugar del consabido txistu que nos ha acompañado en todas las celebraciones, santas y paganas, de este sufrido Pais Vasco.
«Nunca le perdonaremos» -me escribía entonces un indignado nacionalista- «que haya sustituido el txistu por el oboe». Desde entonces el lehendakari, cada vez que se prodiga, y se prodiga mucho menos de lo que quisiéramos los periodistas, ha sido objeto de descalificaciones que nunca se han atrevido a lanzarse los dos principales adversarios políticos para la gobernanza de España, como Zapatero y Rajoy. Ahora ha tocado el euskera porque el lehendakari, para presentar el Consejo Asesor del euskera que acaba de poner en marcha apostó por que la lengua vasca dé un paso adelante y logre «unirse de una vez por todas a la libertad». Y saltó la alarma. Había mezclado la violencia con el euskera y la escenificación del escándalo por parte de los partidos nacionalistas fue de pentagrama gigante. Tanto, que la portavoz del gobierno vasco, Idoia Mendía, euskaldun y paciente donde las haya, tuvo que reinterpretar al lehendakari.
Sus palabras ahí están y solo quieren decir que el euskera ha sido utilizado por ETA como todo el mundo sabe. Pero los sectores más radicalizados de la sociedad vasca necesitan sobrevivir en el odio. Si todavía se utiliza como arma arrojadiza el recuerdo de un maestro de un pueblo navarro que propinó castigos terribles a algún niño que hablaba euskera, en tiempos de la guerra civil, es para preocuparse. Si se desprecia a políticos que hacen el esfuerzo de acercarse al euskera como el propio lehendakari, o el popular Basagoiti en su reunión con Euskaltzaindia, es para indignarse. Si se rasgan las vestiduras porque un intelectual euskaldun de reconocido prestigio como Jon Juaristi que podría dar clases de euskera, si tuviera paciencia, a tres cuartas partes de nuestros parlamentarios de Vitoria, del Congreso y del Senado, es para manifestar algo más que lástima.
Es temor a que el odio siga anidando en la sociedad vasca más politizada más allá de la existencia de ETA. Cuando Mikel Azurmendi renegó de la utilización de su lengua , sobre el escenario de aquel acto del Basta Ya en la campaña electoral del 2001, no pudo ser más elocuente. En ese momento, ante miles de personas anunció que dejaría de hablar euskera por tratarse de una lengua en la que se mataba. Y fue tildado de enemigo del pueblo vasco. El mensaje, tan claro, no podía tener dos lecturas. Quiso denunciar de esta forma que el euskera había sido utilizado sistemáticamente, durante los últimos 35 años, por ETA como excusa para cometer sus tropelías, como arma ( y nunca mejor dicho en este caso) contra quienes no eran nacionalistas. Es la realidad más descarnada. Pero así ha sido durante demasiado tiempo. Quienes hacen del idioma una causa bélica para justificar el enfrentamiento, están persiguiendo otros fines que nada tienen que ver con los proyectos comunes y mucho menos con los consensos democráticos.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 26/1/2011