La componenda interna en el PNV lleva consigo un pacto implícito: la continuidad de Ibarretxe a cambio de que su obsesión plebiscitaria se mantenga en la ambigüedad, sin fecha ni pregunta fija, y evite complicar las cosas al partido. Por trascendente que sea el fuero del «derecho a decidir», más importante resulta el huevo del poder aquí y ahora.
El pleno de política general del próximo viernes permitirá comprobar si el lehendakari Ibarretxe sigue comprometido con la convocatoria de una consulta popular en lo que queda de legislatura, o si -como todo parece indicar- prefiere repetir de candidato en las autonómicas de 2009. En principio no deberían ser opciones incompatibles. Pero ése es el pacto implícito que lleva consigo la componenda interna en el PNV: la continuidad de Ibarretxe a cambio de que su obsesión plebiscitaria se mantenga en la ambigüedad, sin fecha ni pregunta fija, y evite complicar las cosas al partido. Por trascendente que sea el fuero del «derecho a decidir», más importante resulta el huevo del poder aquí, ahora y… pensemos que para siempre.
Porque el fuero siempre ha de estar al servicio del huevo. Así es como, mientras la atención de lo publicado parece hipnotizada mirando fijamente al horizonte del que supuestamente debería emerger la convocatoria de la consulta, Euskadi se apresta a ser gobernada durante muchos años por una fórmula tripartita cuyos integrantes se jactan de ocupar una posición central en el panorama vasco.
Es esto último lo que permite al lehendakari Ibarretxe preservar su dignidad de hombre de palabra mientras expresa con sordina su convicción de que al final se celebrará la consulta. Porque puede esperar a ese final con la tranquilidad que le da saber que ninguna alianza con los socialistas hará desviarse a su partido del camino insistentemente trazado por él al alimón con Azkarraga y Madrazo. Es más, puede que nunca se convoque una consulta. Para qué, si los hechos consumados de una coalición sin alternativa posible garantizan el huevo necesario.
Mientras tanto, Ibarretxe perseverará en su empeño por alcanzar la paz a pesar de que no la quieran quienes practican el terror. De acabar con las armas independientemente de lo que hagan aquellos que las empuñan. Como si las virtudes de su obstinación fuesen capaces de acabar con ETA fundiéndola en el magma de un pueblo en marcha.
La lectura diaria de la prensa da buena cuenta de cómo las aspiraciones políticas particulares se aprovechan del anhelo compartido por alcanzar la paz. Incluso a riesgo de que el terrorismo continúe acomodándose por largo tiempo en tan interesada confusión. Pero, dado que los presupuestos generales del Estado han llegado a reflejar el vaticinio de que en el próximo ejercicio no habrá atentados tan cruentos como en el pasado, conviene recordar que el terrorismo etarra tratará de cobrar a la democracia, aunque sea a plazos, mientras ese otro fuero de la Ley contra la barbarie no prevalezca frente a los huevos de la oportunidad.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 27/9/2007