No deja de ser irónico que, para sobrevivir y salvar su identidad, EA haya tenido que optar por dejarse deglutir por sus nuevos coaligados y devolver su electorado a su eterno rival. Y es que ¿de dónde, si no es de la definitiva disolución de EA, le viene al PNV el incremento que le auguran las encuestas?
En la tragedia griega, lo que mueve la trama no es, por mucho que así lo crean sus personajes, la voluntad humana, sino la fuerza de un destino que, sirviéndose de ella, la maneja y dirige a su antojo. Libertad y necesidad viven así un conflicto que se decanta inexorablemente por la segunda. Viene a cuento esta un pedante introducción a propósito de la deriva que ha sufrido Eusko Alkartasuna desde sus orígenes hasta la actualidad.
Nadie duda de que EA está donde sus dirigentes han querido. Sí es dudoso, en cambio, que ese querer haya brotado en exclusiva de su libre voluntad y no obedecido también, si no sobre todo, al destino que en la organización había grabado su propia naturaleza. En el segundo supuesto, afirmar que EA ha acabado donde sus dirigentes han querido es menos cierto que decir que ha ido a parar allá adonde sus hados la tenían destinada desde sus inicios.
Sean cuales fueren los motivos por los que EA nació -conflicto navarro, LTH o desavenencias personales-, lo cierto es que entre sus propósitos originarios ocupaba un lugar destacado el de desbordar al PNV por el lado del soberanismo y disputarle la hegemonía en el terreno del nacionalismo. Hasta habría podido salir victoriosa de esta rivalidad, si aquella primera coalición de Gobierno que se hizo con el PSE en 1986 la hubiera protagonizado ella, junto con Euskadiko Ezkerra, en vez del PNV en solitario. No fue así, y EA inició entonces una deriva que sus dirigentes nunca han podido detener ni enderezar.
Lo que la rivalidad no pudo conseguir se intentó sin éxito a través del acuerdo. Se interpretó, en efecto, este último, plasmado en sucesivas coaliciones de gobierno y electorales, como una dilución del propio proyecto, que, pese a la sobredimensión que de él obtuviera el partido en términos de poder, amenazaba con quitarle a éste su razón de ser y lo condenaba a la identificación total con quien era su adversario.
Así, la resolución que adoptó EA en orden a romper la alianza con el PNV y concurrir en solitario a las elecciones de 2009, aunque nos pareciera suicida a muchos observadores, estuvo movida por el instinto de supervivencia y de salvaguarda de la propia identidad. El tiempo ha revelado hasta qué punto los hados escriben derecho con renglones torcidos. La notable debacle que EA sufrió en aquellos comicios sirvió probablemente -uno nunca puede afirmar nada con certeza cuando el destino anda de por medio- para que EA fuera de nuevo a parar allá a donde estaba destinada por su naturaleza desde su mismo origen: a tratar de disputarle la hegemonía al PNV, aunque ahora fuere desde una coalición que atiende al nombre de Bildu.
Pero la fuerza del destino tiene a veces su ironía. Y no deja de ser irónico, a este propósito, que, para sobrevivir y salvar su identidad, EA haya tenido que optar por dejarse deglutir por sus nuevos coaligados y devolver su electorado a su eterno rival. Y es que ¿de dónde, si no es de la definitiva disolución de EA, le viene al PNV el incremento que le auguran las encuestas?
José Luis Zubizarreta, EL DIARIO VASCO, 16/5/2011