Iñaki Ezkerra-El Correo

  • En contraste con Junts, el PNV va de segundón como aval del sanchismo

Es la pregunta obligada: ¿qué pretende el PNV tomando, para su campaña de las autonómicas, un lema como ‘Fuerza Nueva’ (‘Indar Berria’) que remite a un extinto partido de esa extrema derecha que tanto dice preocuparle? Si estamos ante una provocación, ¿cuál sería su críptico mensaje?: ¿’para carcas y exaltados, nosotros’? o ¿’somos tan demócratas que no tememos que se nos confunda con un partido franquista’?, o ¿’estamos tan por encima del bien y del mal que nos podemos permitir esa broma macabra’? Cualquiera de esas interpretaciones sería indicativa de que el partido fundado por Arana se halla en una situación un tanto desesperada. Tanto, que trata de sobreponerse a ella recurriendo a un humor marciano que no se le entiende.

La verdad es que tiene sobrados motivos para esa desesperación. Es duro que todos -no solo EH Bildu- suban en votos menos tú. También es previsible que suba el PSE (los socialistas siempre suben en el País Vasco cuando gobiernan en Madrid) y que el PP recupere algunos escaños, aunque no todos los que podría dada su proverbial mezcla de torpeza y apatía. A ese previsible descenso del voto peneuvista se añade otro motivo de desasosiego: la promesa de Sánchez de que no dará a los bilduarras el Gobierno vasco. Y es que, si de algo es garantía la palabra de Sánchez, es de que hará exactamente lo contrario de lo que prometa.

A este contexto, inquietante para el partido de Ortuzar, se suma el gris papel de segundón que, en claro contraste con el estrellato de Junts, le ha tocado como aval del sanchismo. En esa estrategia, el PNV se lleva la peor parte: por un lado, pierde los votos de los moderados; por otro, pierde los votos de sus alevines a los que ese apoyo en sordina les parece poco. Y a ambas pérdidas se suma la de su escasa rentabilidad y nulo protagonismo en esa apuesta en la que el secesionismo catalán se lo come todo. La misma reclamación peneuvista de un nuevo estatuto suena estos días como un patético intento de chupar algo de cámara mediática.

No. No acaba de saberse si el candidato Pradales encarna la moderación o la radicalización. Tan pronto arremete contra los populistas de todo signo, como tiende la mano a un Puigdemont que no es que incurra en el peor populismo sino que es el que lo inventó. El PNV no sabe si tomar servicio o ponerse a servir. Y entretanto saca un lema que remite a la España franquista, a una Fuerza Nueva que es más bien vieja debilidad. No es algo inédito en un partido cuyo himno -el ‘Gora ta gora’- emula al ‘Arriba España’ falangista con doble ración de ascensorismo ideológico: «Arriba y arriba Euskadi». Puestos en ello, podrían cambiar en la ikurriña la Cruz de San Andrés por el Aspa de Borgoña carlista. Eso sí que sería provocación.