Jon Juaristi-ABC

  • La gente no tolera el privilegio sin función, y así se entiende que Pedro Sánchez despierte tanta simpatía y cariño en Cañete, provincia de Cuenca

Es curioso que Felipe González, al recordarnos que no dudó en enviar el Ejército a Bilbao cuando el aguaducho de agosto de 1983, no mencionara que, seis años antes, en febrero de 1976, tuvo que salir huyendo de la Facultad de Económicas de dicha ciudad porque una horda de abertzales, después de reventarle su primer mitin vascongado, intentó rematar la faena linchándole. González perdió su cápsula de seguridad y salió protegido por una que le improvisamos gentes ajenas a su partido: entre otros, quien esto escribe y varios jóvenes profesores de la casa.

Tampoco se ha recordado estos días que, cinco años después y en otro día de febrero, los proetarras de entonces, abuelos de los de Bildu, le montaron un escrache al padre del Rey actual en la Casa de Juntas de Guernica, aunque en aquella ocasión fueron sacados a gorrazos del recinto por las fuerzas de seguridad y por los diputados autonómicos de los demás partidos, incluido el PNV.

Al contrario que en aquellos casos, la bronca recepción a los Reyes y a sus acompañantes en Paiporta no fue organizada de antemano. Es posible que entre los lanzadores de barro hubiera votantes de Vox, pero también de todos los otros partidos, incluido el PSOE; es decir, gente de todo pelaje político, cabreados ante el cuajo de las administraciones que ellos mismos eligieron en su día. «Me atrevería a decir» –muletilla favorita de Pilarín Alegría Incontinente– que, incluso entre quienes persiguieron al fugitivo Sánchez, dominaba una furiosa mayoría social de socialistas burlados.

O sea, que, como diría el navajero Ockham, la conjetura de que había agitadores de extrema derecha entre los que insultaban y tiraban barro resulta absolutamente innecesaria, pues seguramente había agitadores de izquierda en cantidad análoga. Para entenderlo, basta leer a Tocqueville, que advirtió que la peña lleva muy mal el privilegio sin función y peor aún que los que mandan huyan, como hizo Luis XVI, la noche de Varennes, o sea, todo lo contrario que Felipe VI en Paiporta, el domingo pasado. Vale: no solo Felipe VI, también la Reina y, a la sombra de ambos, el atribulado Mazón.

En cambio, nuestro Perico Saunas, en cuanto vio el panorama, se najó más deprisa que el Capeto. Apostaría que los primeros en salir en su persecución, para guillotinarlo con palos de escobón, fueron sanchistas de a pie allí presentes, que todavía confiaban en que su amado líder viniera a salvarlos del fango y la miseria.

Ya explicó el maestro Elias Canetti, originario de Cañete, que las masas de acoso suelen cristalizar de repente ante el descubrimiento de una fechoría en curso. Recuérdese el «¡que se llevan a los infantes!» del 2 de mayo de 1808 en Madrid. La fuga del Saunas tuvo un efecto similar en Paiporta, pero Marlaska solo irá a por vecindario de Vox, «quod erat demonstrandum».