EL MUNDO 24/12/12
Santiago González
La semana pasada, cuando la portavoz socialista en las Juntas Generales de Guipúzcoa justificaba su apoyo a los Presupuestos de Bildu con el argumento de que «el pasado es el pasado. No lo olvidaremos nunca, pero hay que mirar hacia el mañana», todo espectador con una cierta memoria tenía que preguntarse por fuerza si Rafaela Romero recordaba el día en que su marido, Jesús Eguiguren, tuvo que llevar a hombros el féretro de su compañero de Mondragón, Isaías Carrasco, después del proceso de paz auspiciado por él y Zapatero.
Quién sí debía de recordarlo en el momento de plantarse es el que fuera alcalde de Andoáin durante 14 años, José Antonio Pérez Gabarain. Andoáin es un territorio Bildu que también ha dado ciudadanos ejemplares, a ver si creen que el único modelo de aborigen es Xabier Zubizarreta, el alcalde que no condenó el asesinato de su jefe de Policía Municipal Pagaza, o Joseba Egibar, el portavoz guipuzcoano del PNV que no acudió a la manifestación que se organizó en su pueblo como protesta por aquel crimen. También da gente como José Luis López de la Calle, el propio Joseba Pagazaurtundua, Joseba Arregi y el citado Pérez Gabarain. Este último, militante de la Euskadiko Ezkerra que se integró en el PSE en 1993, fue el primer alcalde democrático de Andoáin, entre 1979 y 1983.
Volvió a serlo, ya en las filas del PSE entre el 95 y el 99 y entre 2003 y 2009, fecha en la que renunció para ocupar un escaño en el Senado. En su pueblo de adopción (él había nacido en Tolosa) sufrió los asesinatos de dos amigos suyos, López de la Calle y Pagaza, y su gesto demuestra que en los lugares más insospechados, dentro de un partido, pongamos el PSE, todavía es posible encontrar vida y decencia. Pérez Gabarain ha devuelto el carné cuando estaban a punto de cumplirse 20 años desde aquel día en el que Mario Onaindía se puso una corbata para dar solemnidad al acto de fusión de socialistas y euskadikos.
Él no ha podido olvidarlo y no era una mera cuestión retórica. Haber resistido en Andoáin es una prueba de fuego del temple democrático, de la calidad humana de la mejor gente que ha salido de este pueblo. Quienes han sobrevivido sin ceder su dignidad no pueden aceptar la tautología inane de Romero «el pasado es el pasado», que, en realidad, quiere decir: preparémonos para vivir como si el tiempo pasado, la época del crimen y de la complicidad con el asesinato hubieran sido un mal sueño, no hubieran tenido lugar. El muerto al hoyo, ya se sabe. Por decirlo con palabras de Joseba Arregui, «como si ETA nunca hubiera existido».
Gabarain nunca tuvo grandes responsabilidades orgánicas. Quizá por eso su diagnóstico de lo que pasa en el PSE y el PSOE está muy por encima de las simplezas del aparato, que se reparte entre los partidarios de sostenella y los que claman por enmendalla, pero sólo en lo que no se habían equivocado: «Algo estaremos haciendo rematadamente mal cuando en todas las elecciones perdemos apoyos». Ahí tienen un candidato a las primarias. Un socialista dispuesto a aprender de los errores y a rectificar. ¡Oh!
Los más jóvenes no se lo van a creer, pero hace años hubo gente así en ese partido.