IÑAKI EZKERRA-El Correo

No tiene nada que ver con el PSOE de hoy ni con toda la actual clase política

Se le ha considerado el gran perdedor del debate electoral para las autonómicas madrileñas y probablemente lo sea, pero a mí Gabilondo me pareció el único descubrimiento interesante de la noche del miércoles. Fue el único que puso en el torneo algo de ironía, ese bien tan impagable y escaso en la mediocre política española. A los que les gusta la bronca y creen que la política si no es bochinche no es política, les parece soso. A mí me hizo gracia el paternalismo simpático con el que se permitió ponerle nota al voluntarioso Edmundo Bal -«yo creo que es un buen parlamentario español»- y le insufló ánimos para lanzar su ‘speech’ sobre los Presupuestos en las Cortes «con toda pasión, como está haciéndolo ahora». Gabilondo no es Sánchez y no hace falta que nos los diga. Es algo que se le ve en su simple expresión de marciana bonhomía, tan opuesta a la fea tensión que Sánchez exuda, hable o guarde uno de esos rencorosos silencios que le hinchan las carótidas.

Gabilondo no es que no sea Sánchez. Es que no tiene nada que ver con el PSOE de hoy ni con toda la actual clase política. Es que es otra cultura. Y resulta llamativo el hecho de que los dos verdaderos candidatos en pugna que hay en la campaña electoral madrileña -Ayuso y Gabilondo- sean las antítesis de sus respectivos jefes de partido. Ayuso encarna, por su audacia, la antítesis de Casado, como Gabilondo encarna, con su tranquila retranca, la antítesis de Sánchez. Por eso da como cosa verle a este último en el papelón sanchista de hacer pareja de baile con el del moño inclusivo o jugar a la fácil demagogia de culpar al PP de las limitaciones de la Sanidad en España. Y es que, en esas limitaciones, la responsabilidad es compartida. González la consiguió universalizar, pero al precio de degradar los salarios de los médicos. Es ese lastre -que ciertamente el PP no quiso corregir- del que se enorgullecía Rubalcaba con su célebre eslogan: «El sistema de salud es la joya de la corona de nuestro Estado del bienestar. Universal, bueno y barato».

Gabilondo está haciendo estos días sanchismo y hasta pablismo sin convicción. Se está inmolando por el partido con el despegado aire de quien cumple lo que cree un deber sin ganas o con ganas de acabar cuanto antes porque tiene otras cosas que hacer. En su favor hay que decir que no transmite la avidez de quien se juega en ello sus lentejas porque no se las juega. Creo que el PSOE lo quiere premiar con el puesto de Defensor del Pueblo, que es una bella tumba en un cementerio de elefantes. A mí me parece que después del 4-M Gabilondo merecería otra oportunidad en la política socialista aunque la política socialista no se merezca a alguien como Gabilondo.