El “procés” continúa. Las elecciones que ha ganado el PSC-PSOE con Salvador Illa fortalecen a Carles Puigdemont y debilitan aún más a Pedro Sánchez. Para saber a qué resultados aspiraba el presidente del Gobierno, solo había que leer la encuesta previa de Tezanos. El sanchismo se había marcado como meta una mayoría contundente del “tripartito” -socialistas, Sumar y ERC- y una fuerte caída de Junts, al que el Cis asignaba solo un 15%, empatando con los de Junqueras. Esos eran los deseos. La realidad: el partido independentista más radical liderado por el prófugo ha alcanzado el 22%, con 16 escaños más que los republicanos.
El PSC-PSOE ha logrado el 28% y 42 diputados. Sin embargo, tiene Sánchez tan metidos los píes en el cepo que el triunfo en la única comunidad en la que aún puede ganar no le sirve para amarrar ni la Generalidad ni la Moncloa. El huido de la justicia incrementa su capacidad de chantaje y los de Junqueras están ahora obligados a una oposición contundente contra el gobierno sanchista. Como ocurrió con Bildu, los nuevos acuerdos con Junts no se conocerán hasta después de las elecciones europeas, pero las condiciones las pondrá Puigdemont.
Para comprobar cómo han votado los catalanes contrarios al independentismo suelo fijarme en los resultados de Hospitalet. En esta ciudad del cinturón barcelonés, históricamente practicaron el “voto dual”: optaban por el Psoe en las generales y se abstenían en las autonómicas. En 2017 se produjo un momento disruptivo y, con una participación espectacular del 78%, votaron masivamente a Cs; el 2021 votó solo el 47% y volvió a ganar el PSC-PSOE; este domingo, con una abstención mucho más alta, los socialistas lograron en este municipio el 42% y el PP, un 14%. Los constitucionalistas se han abstenido o han votado al soberanismo camuflado de Illa y compañía.
Los estudios preelectorales ya anticipaban el alarmante desconcierto de los electores contrarios al soberanismo, decisivos para reconducir la caótica situación de Cataluña. Para empezar, quienes han votado a Illa se confiesan en las antípodas del modelo territorial que defiende el PSC-PSOE y son tan partidarios del Estado autonómico vigente como los que votan PP. Para camuflar esa contradicción, los socialistas utilizan eufemismos sobre absurdos federalismos asimétricos o propuestas de “más autonomía” en el país, junto a Alemania, que ya es el más descentralizado del mundo. ¡Trampas, trampas, trampas!
Repetir el tripartito es imposible porque los votantes de todos los partidos independentistas, incluidos los que votaron a Aragonés, se pronuncian masivamente por un presidente independentista, preferentemente, el prófugo
Estudios como los de Kiko Llaneras muestran que los electores que votan a Illa apuestan por un gobierno tripartito con los republicanos y Sumar, y contra Puigdemont. Es una ensoñación que les lleva a creer que pueden volver a los tiempos de Pascual Maragall y Felipe González, pero la familia Maragall se pasó en tromba a ERC y el segundo ya se sabe en qué posición está. Esa coalición es imposible porque los votantes de todos los partidos independentistas, incluidos los que votaron a Aragonés, se pronuncian masivamente por un presidente independentista, preferentemente, el prófugo.
Estas elecciones han demostrado que el populismo sanchista solo cuenta con una estrategia política: polarizar a los electores en torno a la división izquierda-derecha. Cuando la táctica empieza a fallar en toda España, aún les proporciona réditos en Cataluña. La artimaña de la carta de reflexión de Sánchez y Tezanos explica mucho. En El Español se publicaron tres encuestas seguidas con tres titulares desconcertantes sobre la situación electoral del sanchismo. En el primero, sobre las catalanas: “La carta impulsa a Illa”; en el segundo, sobre las europeas: “La carta impulsa a Feijóo”; y en el tercero, sobre unas generales: “(La carta) acerca a Feijóo a la mayoría absoluta”. En realidad, “la carta” fue el recurso desesperado a la polarización electoral.
El sanchismo intentará hacer creer que sus resultados en Cataluña son extrapolables al resto de España. Para comprender la singularidad del electorado catalán, es útil observar las tablas de calificación ideológica que se hacen sobre los partidos. Los catalanes sitúan mayoritariamente al PP en la extrema derecha, pero a los extremistas de Alianza Catalana, justo en el centro; a los xenófobos de Junts, en la izquierda; a los nacionalistas republicanos, a la extrema izquierda; y a los socialistas, muy a la izquierda. Es decir, identifican soberanismo -Illa incluido- con “progresismo”. La verdad es que TV3, La Vanguardia y compañía han logrado milagros en la fabricación de opinión.
Transferencia de votos hacia el PP
En ningún lugar funciona como en Cataluña la indecente asociación del PP con el franquismo que utiliza el sanchismo por exclusivas razones electorales. Tiene importancia porque sirve para, a diferencia de Andalucía, por ejemplo, limitar la transferencia de votos desde el Psoe al partido de Feijóo. De hecho, los estudios de opinión muestran que en las elecciones catalanas los populares solo reciben votos desde Cs y Vox. En ese contexto, los populares han tenido un crecimiento importante, de 3 a 15 diputados, pero insuficiente.
Ahora, retratada la traición del Psoe, le corresponde a Núñez Feijóo armar una política nacional que convierta la mayoría constitucionalista catalana en mayoría política. De momento, inestabilidad asegurada, en Cataluña y en toda España.