EL MUNDO – 28/06/16 – LUCíA MÉNDEZ
· El 26-J ha confirmado que hoy en día los partidos políticos españoles se presentan a las elecciones sobre todo para ganar a las encuestas. A estos efectos, tanto da que ganen o pierdan votos en las urnas, que aumenten o disminuyan su representación parlamentaria. Lo verdaderamente relevante es si doblan el brazo a los sondeos de intención de voto o a las célebres israelitas. Por eso el PSOE cree que su resultado en las elecciones no es tan malo. Los socialistas han perdido cinco escaños desde el 20-D y se ha dejado 174.000 votos. Pero, por fortuna, han vencido a los sondeos que pronosticaban el sorpasso.
Mucho mejor aún. El honor del partido como segundo más votado permanece intacto, al no haber sido profanado por Pablo Iglesias. Pedro Sánchez ha defendido la honra familiar con uñas y dientes. Nadie parece reparar en el detalle de que la brecha que separa al segundo partido del primero se ha ensanchado en 52 escaños y en 11 puntos. El suelo del PSOE sigue cayendo hasta situarse en 85 diputados. Joaquín Almunia dimitió por caer hasta los 125 y los 110 de Rubalcaba en las elecciones de 2011 se consideraron ya casi insoportables.
Hubo un tiempo no lejano en el que los socialistas concurrían a las elecciones para ganarlas o –en su defecto– para convertirse en alternativa de Gobierno. Hoy en día parece que el objetivo político del PSOE cuando se abren las urnas es ganarle a Podemos. El escenario político que se avecina a corto y medio plazo es un Gobierno de centro-derecha sin alternativa verosímil, debido a la fragmentación de la izquierda en dos partidos que no pueden estar más peleados. Esta división de sus adversarios es una de las claves del éxito electoral del PP de Mariano Rajoy. En la XII Legislatura habrá dos líderes de la oposición –Pedro Sánchez, o quien le pueda sustituir en el congreso del PSOE, y Pablo Iglesias– que pugnarán por ser el mejor en la tribuna de oradores.
Los socialistas tienen ante sí un horizonte de reflexión acerca de sí mismos. Un debate que aplazó el 20-D y que ahora ya resulta inexcusable. La continuidad o no de Pedro Sánchez como secretario general –aunque sea lo más vistoso– casi es lo de menos. Con Sánchez, con Díaz, con Fernández, con López, o con quien sea, el problema del PSOE sigue siendo el que ya era antes del 20-D: qué hacer con el partido que le ha surgido a su izquierda. Podemos se ha quedado con un palmo de narices, pero sigue teniendo 71 diputados y unos cuantos millones de votos que al PSOE le faltan.
La catarsis interna vendrá complicada, además, por el ruido del sí o no a una abstención para dejar gobernar a Rajoy, una vez que los ciudadanos han fortalecido la posición del PP el 26-J. Nadie puede hacerse el sordo ante este mensaje nítido de las urnas.
El día después del 26-J se produjo un extraño silencio dentro del PSOE. ¿Qué fue de los barones? Susana Díaz habló, pero no aclaró gran cosa. No está la presidenta andaluza como para tirar cohetes. Juanma Moreno le ha ganado las elecciones en Andalucía. Aunque a tono con el nuevo objetivo del PSOE, que consiste en presentarse a las elecciones para ganar a Podemos, Díaz ha triunfado, como ella misma se encargó de subrayar. Todo el mundo mirándola y ella sin dar señales.
EL MUNDO – 28/06/16 – LUCíA MÉNDEZ