IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El domingo ganará el partido que obtenga más votos en el agregado de los municipios. Ése es el único parámetro objetivo

Las elecciones las gana el que saca más votos. Esta obviedad democrática y aritmética ha quedado algo diluida por la fragmentación del bipartidismo clásico y la consiguiente necesidad casi estructural de pactos. Se trata de un desenfoque interesado que relaciona la victoria con el mercado negro del poder y no con el sufragio, que es el elemento esencial en la determinación del resultado. Por tanto, la victoria del próximo domingo será de la fuerza que obtenga más respaldo en el agregado total de los municipios, único parámetro posible en esta convocatoria para medir el grado de implantación nacional de los distintos partidos. Con algunos matices, el principal de los cuales consiste en que las formaciones más pequeñas no se presentan en muchas localidades, la cifra de votos a escala de país será el indicador más fiable de la temperatura política ante las próximas y decisivas generales, donde se ventila la continuidad del mandato de Sánchez.

Las regiones donde el día 28 no se vota la composición de sus instituciones autonómicas representan más de la mitad de la población española. A saber: Andalucía (8,4 millones de habitantes), Cataluña (7,5 millones), País Vasco (2,1), Castilla y León (2,4) y Galicia (2,7). Del resto, sólo Valencia (5,1) tiene relevancia cuantitativa. En esas condiciones se vuelve absurda la interpretación simbólica de estos comicios en base al vuelco o la permanencia de las actuales mayorías en ciertas capitales de provincia o comunidades asociadas con frecuencia a la llamada ‘España vacía’. Sin embargo, ésa será la lectura con que los perdedores tratarán de camuflar su derrota mediante sesgadas exégesis propagandísticas destinadas a insuflar en la opinión pública una suerte de ‘verdad alternativa’. Un espejismo, una trampa retórica en que la oposición, probable vencedora numérica y por ello objetiva, tiende a caer sin darse cuenta de que de ese modo se pone la zancadilla a sí misma.

La realidad es que, si se contempla el 28-M como una primera vuelta, el voto municipal totalizado constituye el dato esencial para intuir el estado real de la correlación de fuerzas. Si favorece a la izquierda el bloque sanchista tendrá muchas posibilidades de repetir en diciembre su alianza estratégica, incluyendo a nacionalistas y separatistas en ella. En caso contrario, el ciclo del presidente estará próximo al final barruntado en las encuestas. En todos los casos en que las elecciones locales y las legislativas han coincidido en el mismo año, la tendencia de las primeras se ha repetido en las segundas con un efecto más amplio. En esta ocasión, además, el propio presidente se ha encargado de reforzar ese carácter primario al plantear la campaña de mayo como un plebiscito sobre su liderazgo. Si lo pierde no tendrá modo de disimular el fracaso aunque algunos de sus candidatos logren conservar el poder en algún feudo emblemático.