ABC 23/01/17
IGNACIO CAMACHO
· El único proyecto de López consiste en no ser susanista. Si Díaz no es capaz de ganarle más vale que se dedique a otra cosa
UN año que empieza con Trump en la Casa Blanca invita a ser prudente en los pronósticos. La expresión «resultado previsto» se ha convertido casi en un oxímoron; en cualquier cita electoral no hay posición más ingrata que la de presunto favorito. Quizá por eso ante las primarias del PSOE Susana Díaz no sólo esté rechazando el papel de favorita sino incluso el de candidata: ha comenzado a hacer campaña sin presentarse, como si quisiera formular alrededor de sus propias posibilidades una especie de exorcismo. Como tampoco Sánchez aclara si va o no va al envite, resulta que los socialistas viven un proceso fantasma en el que hay gente dando mítines abstractos en favor de no se sabe quién, cuidando mucho las formas para que no parezca que hablan de sí mismos.
Pero primarias haberlas haylas. Y Díaz no va a tener más remedio que concurrir a ellas por una razón: si no es capaz de ganarle a Patxi López más vale que se retire de la política. El partido ya pagó muy caro sus titubeos (los de ella) ante Eduardo Madina; no sólo ha perdido dos años y seis elecciones de diverso rango sino que ha extraviado la brújula en esa travesía. El liderazgo potencial de la presidenta andaluza no puede esperar más tiempo ni más oportunidades sin marchitarse en una eterna expectativa. Y López es un aspirante hueco, sin programa ni ideas, cuyo único proyecto consiste en no ser susanista.
El problema de la no-candidata es que el bienio de Sánchez ha agarrotado la musculatura política y psicológica del partido. Muchos afiliados han aceptado la idea de que la única identidad socialista consiste en oponerse a que gobierne el PP, aunque eso suponga –como de hecho suponía el «no es no»– gobernar con Podemos y los separatistas. El PSOE se ha acostumbrado a perder y ha encontrado en el rechazo a la derecha un sucedáneo con el que olvidar su renuncia a la hegemonía. Los militantes radicalizados no cuentan ya sus propias posibilidades sino que efectúan una suma mental con la izquierda extremista. Como muchos de sus hijos están –lo dijo Borrell– en Podemos, piensan en esa alianza como una coalición de familia.
A ese estado de opinión, inoculado por Sánchez y asumido por López, es al que se tiene que enfrentar Susana si quiere devolver al PSOE su carácter de partido de Estado con capacidad de alternativa. Dueña del aparato, carece sin embargo de seguridades en la estructura profunda del censo partidista. Pero esta vez no tiene vuelta atrás; otro aplazamiento, otro amago, liquidaría su reputación hundiéndola en un pantano de decisiones fallidas. Su primer capital político reside en una imagen de ganadora y no puede continuar malversando sus perspectivas. La condición de ganador se demuestra ganando. Para empezar, tiene que vencer a Patxi, que es la nada aunque se convierta en una nada engordada con apoyos circunstanciales; quien no le gane a la nada no es nadie.