ABC 08/05/16
LA coalición electoral que ultiman Podemos e IU no representará una confluencia ideológica natural, sino una alianza de intereses que pasa por la aniquilación del PSOE y por la superación de la socialdemocracia pragmática en favor de un neocomunismo populista. Pero, sobre todo, será una solución artificial para que dos fuerzas que por separado nunca representarían a la mayoría de la izquierda traten de hacerlo conjuntamente aprovechando las oportunidades que les da la ley D’Hondt. Es legítimo, pero peligroso para España. A priori, lo lógico sería que esos partidos, unidos en coalición, consiguieran más escaños. Pero está por ver que realmente eso ocurra, porque de algún modo no solo victimizan al PSOE, lo que puede generar una movilización entre los socialistas descontentos, sino que cuesta creer que un partido como el socialista, con 140 años de historia, permita que un partido creado al calor de los platós televisivos le vaya a robar su raigambre social. A Podemos e IU se les nota demasiado que solo buscan más escaños porque, objetivamente, son partidos muy distintos. IU tiene, o ha tenido, una vocación de partido nacional comprometido con la Constitución y la unidad de España, mientras que Podemos es el oportunismo hecho partido: sin más principios que la propaganda, sin más valores que la demagogia y sin más ética que la obtención del poder previa eliminación del PSOE.
Esa alianza supondrá además la fagocitación de la marca IU. Alberto Garzón se equivoca poniendo el patrimonio de IU en manos de Iglesias porque, más allá de garantizarse unos escaños que nunca tendría de modo autónomo, solo conseguirá la paulatina desaparición de un partido comunista que siempre fue constructivo. Garzón ha ofrecido en bandeja a Iglesias la rendición de IU a cambio de un plato de lentejas.