LUIS VENTOSO – ABC – 13/05/17
· ¿Vivirán mejor el día de mañana justo los que menos se esfuerzan?.
El malestar por la crisis de 2008, de cuya resaca profunda Occidente nunca se ha curado del todo, ha servido de abono de milagreros en Europa y Estados Unidos. De ahí mana el combustible de vendedores de motos como Iglesias Turrión, Le Pen o Trump, dueños de soluciones integrales que son pura taumaturgía. No es nada nuevo.
Ya ocurrió en el periodo de entreguerras, cuando los ecos de la crisis de 1929 propiciaron también la ilusión del refugio en los nacionalismos exacerbados y la aparición de caudillos providenciales de ultra izquierda y ultra derecha. Entonces las soluciones mágicas acabaron en la mayor escabechina de la historia, la Segunda Guerra Mundial. Crucemos los dedos para que esta vez se cumpla aquel agudo aserto de Marx: la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa.
Nuestro declive atiende en gran medida a que comienza una era asiática. Basta con fisgar un poco en las boutiques de facazo de Knightsbrige, en Londres, o de Ortega y Gasset, en Madrid, esas tiendas en las que los mortales del común nos limitamos a planchar la nariz sobre el escaparate. Los asiáticos son prácticamente los únicos que calientan sus tarjetas en los templos del lujo. ¿Por qué nos están comiendo las papas? Pues es fácil: trabajan mucho más que nosotros, estudian más y además son más numerosos.
Mientras un niño surcoreano vive prácticamente solo para estudiar y casi todos los padres pagan pasantías extras de refuerzo, nuestro brillante Gobierno, dentro de su gran apuesta por la cultura del esfuerzo, acaba de aprobar que los chavales españoles puedan pasar al Bachillerato con dos cates. ¿A quién le irá mejor en el mundo híper competitivo que viene: a los surcoreanos que empollan como posesos o a la dulce Generación Botellón? ¿A quién contrataría usted si fuese el jefe de una multinacional: a un joven forjado en la entrega laboral y de enormes conocimientos, o a otro muy majete, pero que curra con cuentagotas y lo primero que pregunta al llegar es cuándo se libra?
Hace unos días, leía perplejo en un periódico provincial las declaraciones del responsable de urgencias del hospital de una pequeña ciudad española. Contaba que era algo común el ingreso de niños de trece y catorce años por los pasotes botelloneros. El médico daba una solución sencilla, factible y razonable: prohibir el botellón.
Es cierto, tendríamos que cambiar nuestros paradigmas. Dejar de ver cómo algo normal que niñas púberes y niños con bigotillo de pelusa se agarren unas moñas rituales de espanto cada viernes y sábado. O explicarles que es imposible enfrentarse a estudios complejos de lengua o matemáticas con un dedo fuchicando en el «guasap» y otro dándole al «feisbuk». O decirles la verdad: el mercado laboral está muy crudo, y o empollas en serio en estos años, o te aguarda –con suerte– un horizonte de mileurismo y lamentos.
Sé que Iglesias Turrión, Ada, Sánchez, Garzón y muchos «estudiantes» –valga la expresión– tacharían de carca e histérico todo lo que acabo de escribir. Pero no conozco a nadie que haya construido algo valioso sin pegar chapa.
LUIS VENTOSO – ABC – 13/05/17