Irene González-Vozpópuli

El año nunca empieza verdaderamente en enero, sino en septiembre. Volver a la ciudad, al trabajo, a la rutina, a la tan ansiada normalidad para muchos, pero ya con un calor de fin de verano que algo de respiro entrega a los paseos tardíos. Tras las vacaciones y la desconexión de la vida cotidiana, en los últimos días de agosto nos enfrentamos con la verdad existencial tantas veces rehuida por la cantidad de tareas que hacer a la vuelta, pero sabemos si hemos huido en vacaciones de vidas que no sentimos nuestras o somos esos afortunados que sus septiembres les saben a la gloria del hogar. Seguimos viviendo en la nostalgia de veranos idílicos y otoños de normalidad porque el marco mental de otras generaciones nos hace creer que nada ha cambiado en ese renovar de ciclo, cuando realmente nada queda en pie.

Hay muchas personas que se quedan sin vivienda este mes de septiembre. Sin alquiler que puedan pagar se replantean estos últimos días de agosto si trabajar y malvivir en la ciudad o maltrabajar y vivir lejos cambiando de vida. Se ha criminalizado las viviendas turísticas y hemos visto cómo este verano se manifestaban contra el turismo los que abrazan cayucos de africanos en Canarias. Supongo que al final cada uno tiene lo que pide. A pesar del incremento de precios que supone la multiplicación de los pisos turísticos al reducir la oferta para vivienda habitual, unido a la pérdida de calidad de vida que supone para los vecinos generando efecto contagio, su prohibición no solucionaría el problema como clama la izquierda erróneamente, sino que requiere de múltiples medidas. Este es un problema que afecta a centros turísticos, pero no a los barrios donde se sufre otro tipo de inmigración.

Hay muchas personas que se quedan sin vivienda este mes de septiembre. Sin alquiler que puedan pagar se replantean estos últimos días de agosto si trabajar y malvivir en la ciudad o maltrabajar y vivir lejos cambiando de vida

La subida de la vivienda es una emergencia nacional que no sólo afecta a los jóvenes. Ya son dos las generaciones empobrecidas que no aspiran a tener una propiedad en su propia patria o a que la vivienda sea inalcanzable. Mientras, extranjeros pudientes vienen a este rincón de subdesarrollo llamado España a comprar viviendas y edificios en barrios como el de Salamanca, donde recae el foráneo que le importa aparentar. Nunca podremos competir con el dinero de venezolanos, rusos, ingleses y alemanes que pujan por las viviendas en propiedad subiendo los precios a lo inalcanzable para tantos españoles.
Falta oferta pública y privada de vivienda a raudales y liberación de suelo de Ayuntamientos. Sobran okupas y delincuentes de la vulnerabilidad concedida por los servicios sociales y sobran leyes que protejan su impunidad. Sobra un sistema regulatorio inhumano basada en valores como la injusticia y la irracionalidad que es cruel con el indefenso propietario y cómplice con el criminal que le arruina.

La desigualdad de rentas de un mundo globalizado en el que nosotros somos un país pobre y nuestros salarios son de miseria. Un mundo donde hay nómadas digitales que ganan sueldos de Londres y vienen a vivir e instalarse a Madrid. En Tailandia hace décadas atajaron este problema al ser un paraíso de gente sin dinero anhelado por ricos australianos y extranjeros del primer mundo. Para no perder su país pusieron trabas al acceso de la propiedad del suelo a los extranjeros, quedando éste casi en manos exclusivas de los tailandeses, incluyendo complejos hoteleros. Esto consiguió que no se perdiese algo tan valioso y existencial como es la tierra de la patria. Esta medida aunque es necesaria que ponerla sobre la mesa, sería impensable en la Unión Europea, no olviden que los alemanes son dueños de las Islas Baleares y los franceses toman posiciones en el Levante.
Lo hiriente ya no es que no se tome ninguna medida para proteger a los españoles de la miseria y la falta de dignidad que supone no poder construir un proyecto vital en tu patria pos dos generaciones. (En el 2024 el precio del alquiler se ha disparado en todas las capitales de provincia). Lo humillante es que en la Comunidad de Madrid se ha recorrido el camino contrario. La Administración liberal de Ayuso interviene el mercado de la vivienda, pero para dar exenciones a las que no tenemos acceso los madrileños, pues sólo pueden beneficiarse de ella principalmente extranjeros pudientes que compren una vivienda en Madrid como residencia. La deducción implica la posibilidad de desgravarse el 20% del total de la inversión a quienes nunca hayan residido aquí o no lo hayan hecho los últimos 5 años. La mentalidad de país pobre que aspira a rascar migas del bolsillo de acaudalados extranjeros.
Pero la presidenta critica a Sánchez y eso es suficiente para la generación que tiene varias viviendas en propiedad, que vive al margen de que sus hijos, nietos y miles de jóvenes y no jóvenes españoles sientan una angustia existencial que les lleve a perder toda esperanza de quedarse y prosperar vitalmente en España. Al fin y al cabo si este año consiguen trabajar más, serán ricos de rentas altas (45.000 € según el expoliador PSOE), y ese incremento irá destinado a pagar un impuesto revolucionario para sufragar la subida de las pensiones y el maldito cupo catalán. Necesitamos elecciones ya.