Miquel Giménez-Vozpópuli
  • Son peligrosas para la democracia una y otra. Especialmente, si con eso se pretende ocultar la realidad

Doce del mediodía de este jueves pasado. Terraza de un bar en la esquina de las barcelonesas calles de Urgel con Córcega. Bar modesto, bar de barrio, bar en el que los habituales son personas de los aledaños que acuden a tomarse su caña, su aperitivo, sus patatas fritas. El tranquilo pulso de la vida se interrumpe bruscamente cuando un vehículo embiste de forma violenta contra la acera, destrozando calma, normalidad y vida. Resultado: un hombre en estado grave y una mujer en estado leve, según fuentes del municipio barcelonés. Conozco el lugar por estar situado enfrente de la Escuela Industrial, muy cerca del colegio al que llevé a mi hijo durante buena parte de la ESO. Incluso merendábamos allí al irlo a recoger. Digo esto porque lo he sentido como algo propio.

No es un hecho aislado. Últimamente se dan bastantes casos como este. Aparentemente, un conductor pierde el control de su automóvil y lo estrella contra una terraza llevándose por delante lo que pilla. Los medios y las autoridades suelen omitir la nacionalidad del causante de la desgracia. Independientemente del caso que cito, en un noventa por ciento nos quedamos a oscuras acerca de la misma. Igual que cuando se producen violaciones en manada o robos con violencia o peleas con machete a plena luz del día. Se nos dice a los periodistas que no debe facilitarse información acerca de la procedencia del delincuente para no estigmatizar a determinados colectivos. Se insiste en que esos mismos colectivos son una minoría en las estadísticas de la delincuencia. Se nos fustiga desde la bancada de los bien queda progres para que no seamos xenófobos. Se nos estigmatiza cuando revelamos esa procedencia, acusándonos de fascistas, de neonazis, de antidemócratas.

La violencia es violencia, la practique quien la practique y como tal debe ser perseguida, juzgada y condenada

Está bien, evitemos las generalizaciones si es que en estos casos se puede hablar de ellas y no de estadísticas reales de victimización que las fuerzas de seguridad guardan bajo siete llaves. Pero seamos justos. Si no hay que generalizar, si hay que respetar la presunción de inocencia, ¿por qué en España por el simple hecho de ser hombre se te considera culpable cuando se presenta denuncia, retirándosete el derecho legal a ver a tus hijos? ¿Por qué la sombra de la sospecha se abate siempre contra él? ¿Por qué cuando un descerebrado criminal asesina a su pareja y a sus hijos se habla de violencia de género pero, en cambio, cuando es la mujer no se considera como tal? Es muy fácil: al lado de quienes generalizan, y muy mal que hacen, existen quienes niegan un principio legal claro y pertinente: el criminal lo es independientemente de su sexo, edad y condición. La violencia es violencia, la practique quien la practique y como tal debe ser perseguida, juzgada y condenada.

Todo lo que no sea mirar el delito con objetividad vulnera el principio de igualdad

Lo mismo podemos decir de esos automóviles que van estrellándose cada vez más contra los pacíficos transeúntes. Sea de donde sea el autor, debe poder decirse sin que eso suponga el menor desdoro para nadie. Porque lo contrario es actuar de parte e intentar escamotear la realidad. Si todos los hombres no somos ángeles, no es menos cierto que las mujeres tampoco. Como tampoco por venir de este o aquel país eres un delincuente, como tampoco es lógico que por tal condición se te considere por encima de toda sospecha. La condición humana, señoras y señores, he ahí el problema y no las ficciones urdidas para extraer réditos políticos a costa de dramas terribles. Generalizar o negar la verdad son aspectos muy queridos a las personas de mentalidad totalitaria y han acabado por hacernos creer que en España se persigue a los colectivos LGTB con antorchas por las calles, siendo nuestro país uno de los cinco países del mundo más abierto en este sentido y con una legislación que apara mejor los derechos de ese colectivo. Lo mismo vale para la mujer. Y bien está que si sea, porque la democracia ha de ser un sistema garantista bajo el que todos los ciudadanos se sientan amparados por la ley.

Todo lo que no sea mirar el delito con objetividad vulnera el principio de igualdad entre todos los españoles. Estaría bien que los adalides de la consigna pijo progre se lo dijeran a los dos heridos del bar que les he comentado. Ada Colau, verbigracia.