Gente de confianza

ABC 04/11/16
IGNACIO CAMACHO

· Un Gobierno sin estridencias, más pensado para resistir que para seducir, de tono amable, pero de confianza pretoriana

EL marianismo no es sólo aguante y previsibilidad. Hay en el presidente una predilección constante por el reparto del poder en bicefalias internas para neutralizar delfinatos espontáneos y equilibrar ambiciones; una técnica salomónica de asegurarse el único mando, el de la decisión definitiva, el de la última llamada. Así ha diseñado el nuevo Gabinete, más renovado en caras que en carácter porque se trata de un grupo cortado por el inconfundible patrón de su jefe. Un Gobierno más pensado para resistir que para seducir, de tono amable, pero de confianza pretoriana.

Rajoy se ha asegurado de que la lealtad a su liderazgo sea el nexo de unión más visible entre dirigentes con clara rivalidad mutua: Sáenz de Santamaría y Cospedal, Montoro y De Guindos. Un sistema de contrapesos mutuos en las áreas clave. Las bajas de Margallo y Fernández Díaz menguan el peso amiguista del anterior equipo y liman al actual de aventurerismos dicharacheros y de afición a pisar charcos. Las novedades, sean de perfil técnico o político, tienen en común sus escasas aristas, sus rasgos suaves; la necesidad de pactar desde la minoría obliga a un ejercicio de cautela que no espante a los socios potenciales. El encargado de otorgar al Ejecutivo un tono cordial se llama Íñigo Méndez de Vigo, sobre el que recaen la portavocía y la imprescindible negociación educativa, crucial en el pacto con Ciudadanos; se trata de un hombre culto y flexible ante el que resulta difícil levantar la voz o fruncir el ceño de mal talante. Por el contrario, la vicepresidenta asume el blindaje político y jurídico de un mandato espinoso en que habrá trompadas con el Parlamento y una tensión de fuerte desgaste. De nuevo la estrategia dual, la bipolaridad de un Consejo de Ministros pensado para manifestarse ante la opinión pública y ante sus adversarios con dos semblantes.

El presidente se las ha apañado para confeccionar, con media docena de rostros distintos, un bloque de gran parecido con el que viene a sustituir. Un grupo muy de su estilo, sin apenas concesiones a demandas externas, de una fidelidad impermeable. Con más retoques que cambios y más gris que colorido. Gente profesional y moderada, que sonríe lo justo y dice pocas tonterías, muy del partido y homogénea en generación, temperamento y cualidades. El núcleo duro sigue siendo el mismo, incluido un Montoro al que necesita para embridar los números y ejercer la cuota antipática del poder; la continuidad del ministro de Hacienda, un creador nato de problemas por su nulo tacto y su desdeñosa arrogancia, es sin duda el flanco políticamente más vulnerable.

En definitiva, un Gobierno de Rajoy. Parido con una lentitud casi desafiante como señal de su invariable naturaleza, construido y alicatado con los materiales de su gusto. Sin sorpresas, sin brillo, sin estridencias. Un gabinete lampedusiano que incorpora novedades sin renovar lo esencial.