Ignacio Camacho-ABC
- Los rupturistas saben lo que hacen: explotar el «momentum», las condiciones que favorecen la eclosión de un proyecto
En términos de estabilidad política, la aprobación de los Presupuestos es un éxito objetivo para cualquier Gobierno. (Salvo para el de Rajoy, despedido a la semana siguiente por la traición del PNV). Pero eso no significa que el trámite aprobatorio convenga per se a la nación porque las cuentas del Estado pueden responder a políticas perjudiciales, sea por exceso de gasto, por mala planificación de inversiones y de ingresos o por simples errores de cálculo. Defectos todos ellos que pesan a priori sobre el nuevo cuadro presupuestario, susceptible en conjunto de provocar un déficit estructural bastante mayor del contemplado. La euforia victoriosa del Ejecutivo no responde, pues, tanto a un programa económico de cumplimiento problemático como a su lógico interés por asegurar la continuidad del mandato durante los próximos dos años.
Estamos pues ante una operación de índole esencialmente política, cuya cuestión clave, e inquietante, no reside en la idoneidad de ésta o aquella partida sino en los compromisos adquiridos para articular una mayoría. Sánchez e Iglesias han utilizado a Bildu y a ERC -o se han dejado utilizar por ellos- como argamasa de una alianza legislativa más amplia en la que va incluida una contraprestación en forma de concesiones a sus demandas rupturistas. Por primera vez desde la refundación democrática, un partido que armó una rebelión institucional contra la Carta Magna y otro que representa el legado etarra han sido invitados, sin que medie arrepentimiento ni reinserción, a decidir sobre la gobernación de España, ésa que en la sesión de investidura le importaba «un comino» a la portavoz separatista catalana. Y como muestra de que son gente de confianza, unos demandan un referéndum de autodeterminación y otros proclaman que su flamante colaboración parlamentaria es un avance hacia la república vasca.
Nada de esto le quita ya el sueño a un presidente encantado de ensanchar con tipos tan fiables su coalición de progreso, a la que Iglesias arrima socios de su cuerda con los que ganar cada vez más peso en el Gabinete reforzando su poder paralelo. Mientras el César toca la lira satisfecho, Podemos y la compaña incrementan la presión sobre el indulto a los independentistas presos y pretenden montar ante La Zarzuela un belén navideño para que el Rey pida perdón en Nochebuena por el discurso con que frenó a los insurrectos. La Corona es la próxima viga del sistema que corre riesgo. La brigada de desguace constitucional va deprisa porque sus miembros han venteado en la pasividad -o complacencia- del Gobierno la oportunidad de conquistar terreno. Saben lo que hacen: explotar el «momentum», ese cúmulo de circunstancias que favorecen la eclosión de un proyecto. Y están en eso. Por la puerta que Sánchez les ha abierto quieren entrar en el Estado para demolerlo, porque también les importa un comino el marco financiero.