Orgullo mutuo, tal para cual

Sánchez le ha dado a Illa instrucciones para no liar más la madeja, vale decir no encabronar todavía más a Junts. Fueron estos los artífices del vapuleo que sufrió el Gobierno en el Congreso, pese a lo cual nadie en las filas del sanchismo se ha atrevido a vulnerar el mandamiento “no tomarás su santo nombre en vano”, razón por la que el nombre del principal causante era cuidadosamente omitido en el relato, fuera cual fuese su rango o graduación.

Ayer, el psicópata clausuraba el congreso del PSOE canario que reeligió a Ángel Víctor Torres como secretario general, donde se viene a demostrar que todo en el sanchismo es vicio. Haber tenido a este tipo al frente durante cuatro años sin haberse arrepentido es la prueba de que todo en la organización, desde la cúpula a la puta base está a juego. Torres  demostró que intelectualmente está en la onda de Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, inolvidable personaje del padre Isla. Dirigiéndose a Sánchez le transmitió “el unísono reconocimiento de todos los presentes”. Aquí quería decir unánime, pero en el fondo qué más da. En otro momento volvió a brillar con deslumbrante esplendor al descalificar a la derecha, sin incluir en ella a los de Puigdemont, que probablemente en su opinión son de centro-izquierda, atribuyéndoles la derrota del ómnibus, “porque lo único que les preocupa es infringir una derrota al Gobierno”. Debió decir ‘infligir’, pero como ya está dicho: “¿a él qué más le da?” Esto seguramente se lo había copiado a Marichús Montero, que había preguntado antes: “¿Por qué votan que no? Pues única y exclusivamente para infringir una derrota electoral en el Congreso de los Diputados”.

Pedro Sánchez pertenece a la misma escuela de pensamiento que su edecán canario y su vicepresidenta primera; por algo se declaró admirador incondicional suyo y lo elogió  diciendo que “es un político ejemplar”, apreciación muy razonable aunque no tan ejemplar como su hermano o su parienta. El primero por razón de sangre, la segunda por motivos conyugales, al fin y al cabo, el presidente le pidió matrimonio a Bego, no a Ángel Víctor, aunque esta posibilidad habría sido muy bien vista en el ámbito de la izquierda. anunció que iba a cargar  el frente ultraderechista del PP y Vox que impidió junto a Junts convalidar el decreto-ómnibus que tumbó “la coalición negacionista” llamó al frente, pero sin citar a Junts para nada. ¿Cómo puede llamar coalición negacionista a ninguna alianza política el tipo que acuñó el lema “no es no. Qué parte del no no han entendido?”

Hubo más dislates, claro, que reproducía la red: en la sintaxis cuando dijo hace tiempo que :”los ciudadanos deben tener la certeza que si soy nombrado presidente los corruptos no solo lo pagarán, sino que tendrán que devolver lo robado con su patrimonio”. Deben: obligación. Deben de: probabilidad. Su patada a la sintaxis fue que dijo: “los ciudadanos deben de tener la certeza”. Luego ya en caída libre se arrogó el mérito de la igualdad salarial entre hombres y mujeres. La chuminada se la ha debido de copiar a Yolanda Díaz, que la profirió hace tres o cuatro años. Ese asunto lo había resuelto Rafael Calvo Ortega, ministro de Trabajo de Suárez al hacer aprobar el Estatuto de los Trabajadores hace 45 años (Ley 8/1980 de 10 de marzo, artículo 17). “Cuando no había democracia, a las mujeres no se les permitía estudiar”, sentenció y uno comprendió al punto la razón que asistía a Zapatero al contar que se cruzó con una señora preñadísima y que ella le dijo: “Gracias en nombre de todas”.