HERMANN TERTSCH-ABC

Sánchez abre una puerta que otros cerraron con sólidas razones

ESPAÑA se puede permitir sin problema acoger a 629 refugiados del Aquarius, un barco de una ONG francesa. No serán mayor trastorno esos 629 inmigrantes, entre ellos 123 menores no acompañados. Un barco es un barco. Bueno en realidad son dos. Porque el siguiente barco ya está en camino. Es el Sea Watch3, de una ONG alemana. Ya sabe a qué puertos tomar rumbo. Como los demás que le sigan, que no serán pocos y procedentes de todas las costas del norte de África y del Mediterráneo oriental. El Sea Watch3 carga inmigrantes en la costa libia en sitios a los que son llamados por los inmigrantes o por los mismos traficantes. En este vendrán más de 700, según anunciaba ayer el ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, que pletórico cantaba «¡Victoria!» en un tuit. Su mensaje había sido recibido: Italia cierra sus puertos y España los abre. Pocos días después de llegar al gobierno el líder de la Lega ya ha logrado uno de sus principales objetivos: cegar los accesos a la inmigración ilegal y a las ONG que actúan en el Mediterráneo. Y que, no solo a ojos de Salvini, tanto se complementan y coordinan con los traficantes de seres humanos y que se diferencian básicamente porque su móvil es ideológico y no crematístico.

El problema no está en dos barcos. Está en que ayer Pedro Sánchez, jefe de un gobierno de excepción con 84 escaños en el Parlamento, hace un gesto como el de Angela Merkel el 4 de septiembre de 2016. Muy loable porque alivia un sufrimiento humano inmediato, el de los pobres seres humanos hacinados en ese barco. Como Merkel alivió el de los miles de refugiados atascados en Hungría. Pero seriamente cuestionable en sus previsibles consecuencias. Sin consultar con nadie, Merkel impuso a Alemania cambios ingentes. Transformó dramáticamente para mal la vida en pueblos y ciudades, destruyó muchas vidas y las haciendas de ciudadanos alemanes a los que Merkel había jurado defender por encima de otras consideraciones. En Alemania la vida es hoy para muchos mucho peor que antes del 5 de septiembre aquel. Nadie excluya que España llegue a acordarse de la fecha de ayer como los alemanes recuerdan aquella.

Ni siquiera quienes quieren destruir el sistema y la civilización occidental con un multiculturalismo que dinamite las naciones y acabe con las sociedades abiertas puede creer que la solución a los problemas de África o Asia está en Europa. Quienes quieren preservar estas sociedades abiertas tienen que combatir la inmigración ilegal y la sistemática violación de sus fronteras y soberanía. Si no quieren que los países europeos colapsen y pronto se parezcan a aquellos de los que huyen los inmigrantes hay que elaborar una política común para que la necesaria inmigración sea legal. Para ello solo cabe lanzar a los países de procedencia el mensaje de que inmigrar ilegalmente en Europa es imposible. Y que quien cruce fronteras será devuelto y quien sea rescatado en el mar también. Ayer Sánchez se puso una medalla de buena persona que puede que tengan que pagar muy cara unas buenas personas, españoles humildes, que tengan que competir por los servicios, las ayudas y el espacio público con centenares de miles de inmigrantes que podrían seguir la llamada que hizo ayer. Porque no todos los españoles tienen seguridad privada y un alto muro en torno a su chalé con piscina para protegerse de intrusos. Ayer Sánchez le dijo al mundo que España es esa puerta abierta para entrar ilegalmente en Europa. Una puerta cerrada por muchos líderes europeos que no son peores personas que Sánchez. Y lo han hecho por expresa voluntad y el voto de su población.