Editorial, EL CORREO, 12/2/12
La coordinadora pacifista no volverá a manifestarse, pero sus integrantes seguirán activos por la convivencia y la libertad
La última manifestación convocada por Gesto por la Paz se convirtió ayer en Bilbao en la expresión de un triunfo compartido -el desistimiento de ETA-, pero también en un acto de reconocimiento a la tarea desarrollada por cuantas personas han encarnado de manera genuina los ideales del pacifismo nada menos que durante este último cuarto de siglo. Gesto ha sido, durante todo este tiempo, la referencia y el vínculo que miles de vascos necesitaban para dar forma y exteriorizar sus sentimientos y convicciones frente a la barbarie terrorista. Su propósito siempre fue sacudir conciencias desde la ética de la paz para desterrar de la sociedad vasca esa otra ética, la de la violencia, que había penetrado en el universo colectivo y en la conducta individual fomentando la indiferencia frente a la injusticia extrema, la justificación remota de cada asesinato y la banalización del terror en nombre de la historia. Gesto ha sido una realidad valiente y fecunda. Su valentía se materializó en el lazo azul que tanta gente se atrevió a exhibir, convertido en símbolo de reivindicación de la dignidad humana frente a una dictadura terrorista que secuestraba demasiadas voces en Euskadi mientras sometía a personas indefensas a un atroz cautiverio. Su fecundidad ha contribuido a deslegitimar la violencia, aportando principios y criterios que forman parte de una cultura democrática que se ha ido abriendo paso hasta obligar a ETA al cese definitivo de sus actividades terroristas. Se trata de un bagaje de valores y posturas que Gesto ha brindado a la sociedad vasca sin que en su ánimo existiera nunca un afán expansivo o de influencia directa sobre la actuación de las instituciones o respecto al devaneo partidario. Un bagaje redactado a conciencia cuya propiedad nunca ha reivindicado Gesto en exclusiva, pero que necesita de sus mujeres y hombres para que el sentido más profundo de la paz no se desvanezca en ausencia de violencia. Porque para que Euskadi no se acomode en el olvido, la ciudadanía vasca comparta un relato común sobre lo ocurrido, la convivencia fluya sin resquemores ni ángulos oscuros y nadie ose reclamar en el último momento concesiones de orden político a cambio de una paz definitiva, será mejor que todos podamos seguir contando con quienes ayer dieron su ciclo de movilizaciones por cerrado. Un digno final para una trayectoria de dignidad.
Editorial, EL CORREO, 12/2/12