Gracias a Carvajal se ha establecido un nuevo límite a la hora de medir el fascismo, todo aquél que no salude con entusiasmo y servidumbre a Pedro Sánchez será linchado en redes y acusado de facha
Han pasado cosas importantes para España alrededor de esta Eurocopa que van mucho más allá del fútbol. Una selección que llegaba a una competición rodeada de menosprecio desde la cloaca de la prensa deportiva del negrerismo en España. La selección masculina había caído en desgracia en el régimen y estaba revestida de sospecha por los vigías mediáticos.
Para que nada parezca que es una manipulación política, todo ha de serlo. Se percibe rápidamente el hedor de un país que vive bajo un totalitarismo tercermundista cuando la música, el cine, el deporte, especialmente en citas internacionales, o cualquier acontecimiento popular de masas, están obscenamente politizados bajo control del régimen y al servicio del mensaje político del partido en el poder. Éste es el que decide quién es el jugador estrella o la cantante aceptable. La izquierda estaba desatada en su racismo condescendiente y clasista con obsesión cansina como si sólo existiesen dos jugadores en la selección porque son negros. El comisario político de TVE, cada vez que alguno tocaba balón repetía que su padre cruzó descalzo el desierto desde Nigeria. El color de su piel les hace a ojos de los socialistas perfectas marionetas de la agenda globalista por la que quieren convertir a España en el patio trasero del Magreb con el apoyo del PP.
Plata o hambre, sería la versión española del régimen donde la autocensura, la cobardía y venderse barato es el verdadero sistema económico
Todas las intervenciones públicas que hagan los protagonistas han de ir encaminadas a reforzar el mensaje si no quieren tener consecuencias. Para eso hicieron la defenestración pública y penal de Rubiales, uno de los suyos al que echaron a los leones del género; y la paralela carrera de éxito de la Jenni, que te da las campanadas como ahora es promocionada por Ayuso. Plata o hambre, sería la versión española del régimen donde la autocensura, la cobardía y venderse barato es el verdadero sistema económico. Éste es el ambiente venenoso lleno de gases nocivos que hace irrespirable esta cueva llamada España, donde todo es PSOE a todas horas.
Al igual que el canario en la mina advierte del peligro de toxicidad mortal, la selección española masculina de fútbol ha volado libre, alegre y triunfante. Ha actuado sin miedo al discurso del régimen, como una potra salvaje y es probable que con ello nos haya salvado en un momento crítico, para unirnos y levantarnos sin miedo ante los que no tienen tanto poder como quieren hacernos creer. La selección española es puro pueblo normal de la calle español. Una lección de normalidad popular después de tanta anormalidad institucional de los de la amnistía. Una juventud que ama a su país y está cansada de que la roben las oportunidades y además la controlen.
Gracias a Carvajal se ha establecido un nuevo límite a la hora de medir el fascismo, todo aquél que no salude con entusiasmo y servidumbre a Pedro Sánchez será linchado en redes y acusado de facha. En España la adhesión al régimen tiene ya tintes norcoreanos vergonzosos. Gracias a Luis de la Fuente por hablar con naturalidad de la fe, algo tan intrínseco al ser humano. Gracias a Dani Olmo por parar un gol con la cabeza a dos minutos del final. Y gracias a Morata por cantar a pleno pulmón en directo y radiado por la televisión del régimen tras derrotar a Inglaterra, ¡Gibraltar es español!
Pocas cosas indican tan bien el estado real de las cosas. España, como prueba de que es una colonia de segunda división para la metrópoli, mantiene a Gibraltar que es territorio español bajo soberanía británica donde actúan con total libertad las peores mafias del narcotráfico y padecen los españoles con la inseguridad del Campo de Gibraltar. Un reducto sin ley donde la Guardia Civil no puede entrar a perseguir a los narcos que allí se refugian. No sólo es una humillación, sino que es un foco peligroso e inaceptable para España. Aunque el afrancesado Albares esté contento de entregarla si con eso se hace una foto en Bruselas.
Rodri también gritó ¡Gibraltar es español! jugando en un equipo inglés. Muchas veces la autocensura vienen por miedo a las represalias del régimen, pero si hacemos que eso sea la excepción y no la norma, España aún puede cambiar y prosperar más que nadie. España aún puede deshacerse de esa miseria moral personal de autocensura, de esa forma de actuar de servidumbre, como el lacayo que dobla el cuello y calla por si el amo le echa una monedillas bajo la mesa, unas migas de su banquete. Hay que mirar más allá y no olvidar que esas monedas son nuestras y que ningún gobierno totalitario, ni todo un aparato mediático es el dueño de nuestra libertad y prosperidad.
El español del siglo XXI ha de recuperar y no abandonar la dignidad de ser y la libertad de decir la verdad. No hay nada más aristocrático que esto. Una hidalguía y una nobleza a la que solo puede acceder quien tiene convicciones fuertes. No saben por dónde les va a venir esta ola de patriotismo español. El natural, humano y biológico amor a lo propio es algo profundo en el ser y en la comunidad que quieren romper. España debe dejar de vivir en la anormalidad no patriótica.