JON JUARISTI-ABC

  • Juan Carlos Girauta ha publicado un prematuro testamento político dirigido a unas nuevas generaciones en acelerada involución

A Juan Carlos Girauta le llevo diez años casi exactos. Diez años y seis días. Si nos ajustamos a la pauta orteguiana, no son suficientes para considerarme de la generación anterior a la suya. Sin embargo, siempre he tratado a los nacidos en los sesenta como si se hubieran perdido, los pobres, la experiencia del franquismo más duro, que tan clarividentes parece que nos hizo a sus hermanos mayores.

Craso error. La lectura de un ensayo como ‘Sentimentales, ofendidos, mediocres y agresivos. Radiografía de la nueva sociedad’ (Sekotia, 2022) basta para cerciorarse de que, si su autor es representativo de los niños de la Transición, estos han entendido algunas cosas fundamentales mucho mejor que nosotros. Ahora bien, sospecho que pueden tener serias dificultades para transmitir a las generaciones siguientes lo que han sacado de su propia experiencia.

Juan Carlos Girauta dirige su ensayo en forma epistolar a un destinatario del que no conocemos nada más que un rasgo aparentemente anodino, aunque importantísimo: es joven. Girauta, que lo es también para mí, en términos relativos, no lo es en pura demografía. No lo es en términos absolutos, y es precisamente su condición de añoso lo que le autoriza, en función precisamente del saber acumulado, a explicar al «estimado joven» del encabezado algunas cuestiones fundamentales para convertirlo de quejica ideológico en ciudadano responsable. Tarea difícil, no sólo porque el modelo político dominante es el de un sinvergüenza que echa la culpa de sus pifias al virus, a Putin o al cambio climático, sino porque el lenguaje público, el demótico, se ha empobrecido hasta extremos que impedirán que los posibles destinatarios reales a los que se apela mediante el encabezado formal, los jóvenes tras el «estimado joven», entiendan, por ejemplo, su crítica de las teorías de Laclau y señora, que nunca escribieron para los jóvenes, sino para las crédulas y estúpidas universidades.

A mí, el ensayo de Girauta me ha recordado un antiguo ‘longseller’ de la pedagogía liberal española, ‘Hace falta un muchacho’, de Arturo Cuyás (1845-1925), barcelonés, empresario, corresponsal en el extranjero de numerosos periódicos, lexicógrafo e importador a España del movimiento ‘scout’. Cuyás, que no fue de la Institución Libre de Enseñanza, sino un reformador liberal por libre, mantuvo preocupaciones muy similares a las de Girauta respecto a la educación cívica de la juventud, siempre con la vista puesta en lo que para él constituían los modelos eximios de sociedades abiertas y basadas en la responsabilidad individual: la británica y, sobre todo, la estadounidense. Creía que esos modelos podían mejorar el liberalismo español, pero no fue un imitador servil. Yo leí ‘Hace falta un muchacho’ en mi adolescencia, con verdadero fervor. Hoy se reedita muy a menudo (en Méjico).