Zapatero ha asumido por primera vez para el PSOE del periodo democrático la clara aceptación de la negociación política con el terrorismo. Es el único e indiscutible significado de la reunión con Batasuna: la aprobación de la negociación política reclamada por ETA precisamente en esos términos, en la mesa con Batasuna.
Uno siempre espera que los grandes cambios como el que acaba de protagonizar el PSOE en los últimos días vengan revelados con mucha solemnidad, adornos y trompetería y no de forma disimulada y huidiza. Pero debe de ser por su naturaleza dudosamente presentable que Zapatero prefirió hacer público el giro histórico de su partido a través de Patxi López. Y ha seguido parapetándose detrás de él toda la semana para justificar su decisión. Quizá porque hasta un temerario como él sienta cierto vértigo ante el nuevo camino en el que acaba de colocar a su partido.
El martes Zapatero asumió por primera vez para el PSOE del periodo democrático la clara aceptación de la negociación política con el terrorismo. Es el único e indiscutible significado de la reunión con Batasuna: la aprobación de la negociación política reclamada por ETA precisamente en esos términos, en la mesa con Batasuna. Y la apariencia de ligero e inocuo movimiento táctico con la que el PSOE quiere suavizarla de cara a la opinión pública no debe velar su enorme trascendencia. Para el PSOE y para la historia de las relaciones entre el terrorismo y la democracia española. Vuelve a conferir naturaleza de «lucha armada» al terrorismo y lo coloca en la más favorable de las posiciones para culminar su historial criminal con la conquista de la legitimidad que siempre se le negó.
Es cierto que la izquierda tardó algunos años en superar las dudas del postfranquismo sobre la legitimidad originaria de ETA. Pero esas dudas afectaron a todos, también a la derecha. Y lo significativo es que para unos y para otros el final de la Transición marcó la clara delimitación de la frontera entre las nuevas instituciones democráticas y ETA. La lucha armada pasaba a ser definitivamente terrorismo y la negociación política, la antítesis del estado de derecho. Quedaron fuera de ese consenso los nacionalistas y la extrema izquierda, aunque por motivos distintos. Unos y otros defendieron siempre la negociación política con ETA, los primeros porque consideraban y consideran que las reivindicaciones etarras son legítimas aunque no lo sean sus métodos, y la extrema izquierda, por lo mismo y por su viejo concepto de la resistencia frente al estado.
Pero el socialismo que hoy se alineará en el Congreso ya definitivamente con esos dos grupos estuvo hasta ahora en el otro, el mismo en el que está el PP. Por eso la foto de los asesinados y perseguidos por ETA es la que es. Políticamente, su composición es nítida y explica las posiciones de la España democrática frente a ETA. Esa formada por los socialistas y por la derecha, por aquellos que ETA siempre consideró sus enemigos. Ahora uno de ellos se ha proclamado interlocutor. Dicen que por pragmatismo, pero un pragmatismo tan arriesgado y peligroso desde el punto de vista ético y democrático que sólo puedo entenderlo bajo el prisma de la peculiar naturaleza política y personal del líder actual del socialismo.
Edurne Uriarte, ABC, 6/6/2006