ABC-IGNACIO CAMACHO
La Moncloa teme que Iglesias envíe un regalo envenenado: el de obligar a Sánchez a apañarse gobernando con 123 escaños
SALVO que se trate de la enésima treta, a este Gobierno que parecía tan firme en su estrategia le han comenzado a temblar las piernas al punto de entregarle una formidable arma de negociación a Pablo Iglesias. La posibilidad de que éste ofrezca su apoyo sin previo pacto, sólo para eludir la responsabilidad de otras elecciones, ha desatado en La Moncloa un ataque de pánico. Con decenas de asesores y spin doctors como hay allí trabajando resulta que esa maniobra no entraba en sus cálculos: de repente han descubierto que 123 escaños no dan para gobernar en solitario. Ocupados en la pertinaz construcción de una narrativa preelectoral con la que doblegar a Podemos hasta partirle el espinazo, han pretendido humillarlo sin reparar en que les podía devolver un regalo envenenado. Y tanto Sánchez como la portavoz Celaá han cometido esta semana el error de revelar su temor a hacerse cargo de un mandato sin base estable que se convertiría en un calvario. Han mostrado su punto débil: el famoso «relato», el frame, el marco mental diseñado a medida, escondía una página en blanco.
La cuestión es que si esa hipótesis toma cuerpo, Sánchez no podría renunciar a la investidura sin salir maltrecho. A Iglesias le basta con anunciar que está dispuesto a darle sus votos para meterlo en un descomunal atolladero. Porque el Rey tendría que convocar otra ronda de consultas, en aplicación del Artículo 99 de la Carta Magna, y se desplomaría la coartada gubernamental para dejar correr el tiempo. Los socialistas están así a punto de quedar atrapados en su propio argumento y la eventualidad los tiene de los nervios. Su mayor anhelo es susceptible de volverse contra ellos. Tantos meses reclamando el derecho a formar un Gabinete monocolor para acabar confesando que sienten miedo a verse obligados a hacerlo stricto sensu y sin poder convocar elecciones hasta abril de 2020 al menos. Hay que tener cuidado con los deseos porque te los pueden conceder por puro despecho.
Es probable, pues, que la transacción de poder, porque de eso se trata, experimente una aceleración en la próxima semana. Como en los partidos de fútbol, el vértigo del resultado acabará aflojando la disciplina táctica. Una vez que el sanchismo ha enseñado la fragilidad de su retaguardia, Iglesias sólo tiene que explotarla. El insólito menú de instituciones que le ha ofrecido el presidente, un escándalo en cualquier democracia, revela que con tal de no ver a podemitas sentados en la sala del Consejo parece decidido a repartir el Estado a la carta. Eso sí, en caso de acuerdo, después de los reproches que ambas partes se han echado en cara no podrán pretender que la opinión pública olvide esta feroz exhibición de mutua desconfianza.
La novedad del momento es que Sánchez se ha metido un gol a sí mismo. Y que al cabo de tanto postureo tiene horror al vacío de verse forzado a gobernar por castigo.