Tonia Etxarri-El Correo

Se está convirtiendo en una costumbre del actual Gobierno de La Moncloa. Empezar el año parlamentario sometiendo a debate decretos ley ómnibus en los que se empotran las medidas más variopintas frente a las que sus socios se oponen aludiendo múltiples razones que justifican su desentendimiento. A pesar de los intentos desesperados de Pedro Sánchez por lograr que el líder de la casta secesionista catalana dejara su pulgar apuntando al cielo, no ha habido misericordia para el Gobierno más débil de la democracia. El año pasado, por estas fechas, tuvo más suerte. Logró que Junts se apartara de la votación a cambio de unas sustanciosas contrapartidas políticas y económicas. Pero ayer, dos de los tres decretos ley cayeron en el pozo. El único, el de la jubilación activa, salvado gracias al PP. Ironías de una legislatura en la que el Ejecutivo se ve permanentemente extorsionado porque prefiere vivir sometido a la estrategia del chantaje de un prófugo de la Justicia antes que reconocer que, en estas circunstancias de parálisis legislativa, no debería seguir gobernando.

Si Sánchez no ha tenido suerte este año con su decreto ómnibus ha sido porque Junts ha decidido escenificar su presión ante un Gobierno incapaz de cumplir con sus promesas. Es en el grupo de los 7 escaños de los de Puigdemont donde recae la carga de la prueba del resultado de la votación desfavorable al Gobierno, que deja al descubierto su debilidad parlamentaria. Pero un ministro contrariado como Bolaños prefiere seguir cargando contra el PP. ¿Habrá empezado la campaña electoral? Que no es Junts sino el PP el culpable de que no se concreten la subida de las pensiones o las ayudas al transporte. El enemigo es el PP «en compañía de otros». Detengámonos ahí. En el «otros» donde ubica Moncloa a Junts, a quienes no se atreve ni a nombrar que son, en realidad, sus socios y quienes les llaman trileros desde su escaño.

Culpar al PP de ser los responsables de que no se suban las pensiones, el granero electoral del PSOE, puede valer para polarizar. Pero el Gobierno sabe que si esa medida la desanexiona del decreto ómnibus, se la votan sin problema. Tanto el PP como Junts. Pero votar los sueldos de los jubilados con los bonos de transporte, las ayudas de la dana y la cesión al PNV del palacete de París no es que sea indigesto, es que les parece una perversión parlamentaria.

El traspaso al PNV de la sede del Gobierno vasco en el exilio, en forma de disposición adicional al batiburrillo legislativo, tampoco pasó el filtro, aunque el traspaso ya es un hecho consumado. Sin sorpresa en la votación sobre el nuevo gravamen al sector energético porque Junts y PNV ya se habían mostrado reticentes y, por lo tanto, lo que hicieron ayer fue confirmar sus coincidencias con el PP y Vox.

La fragilidad de la mayoría parlamentaria hace aguas. Pero no habrá naufragio. Sánchez seguirá gobernando aunque no le beneficie aguantar sin Presupuestos y sin el aval del Parlamento. No es una apuesta. Es su sentencia. No hace ni tres meses dijo que pensaba seguir «con o sin el apoyo de un poder legislativo».