ABC-IGNACIO CAMACHO

Si a Trump le frenan los suyos su tendencia irresponsable, alguien debería proteger de sí mismo al presidente Sánchez

EN un libro de reciente aparición cuenta el gran Bob Woodward que un grupo de colaboradores de Trump se ha confabulado para frenar desde dentro de la Casa Blanca su tendencia al disparate. Al parecer han llegado a escamotearle de la mesa, antes de que los firmase, papeles que estimaban comprometidos para los intereses nacionales. Sea o no verdad, y salvando distancias considerables, se echa de menos que alguien actúe del mismo modo en el entorno de Pedro Sánchez. No vendría nada mal en Moncloa una especie de brigada de rescate, un «comando de la prudencia» –¿dónde está, ay, José Enrique Serrano?– que proteja al presidente de su propia inclinación a salirse de cauce. Gente experta capaz de hacerle ver, sin necesidad de incurrir en sabotaje, que gobernar requiere un cierto tacto responsable y que reflexionar un poco las decisiones es bastante mejor que retractarse. Que no basta con tener una idea y tirar con ella para adelante sin calibrar su alcance, sus consecuencias y el riesgo de un mal desenlace.

Esos inexistentes asesores juiciosos le hubieran advertido, por ejemplo, sobre las repercusiones de incumplir un contrato internacional de armamento. O le habrían explicado a tiempo que hay ciertos compromisos firmados que debe respetar un Gobierno. Que la industria militar, sin duda indeseable en un mundo perfecto, produce en la defectuosa vida real un alto valor añadido en investigación tecnológica y empleo. Que la construcción de barcos de guerra no sólo implica el montaje de material bélico sino que moviliza infinidad de sectores especializados, desde las telecomunicaciones hasta el acero. Que por lo general los acuerdos de venta de armas incluyen cláusulas cautelares para garantizar –en lo posible– un uso defensivo relativamente correcto. Y que si un gobernante desea lucirse ante la galería con un pacifismo de gestos puede provocar un descalabro social interno porque esas bombas no entregadas –pero ya cobradas– a Arabia Saudí van a estallar, por un simple mecanismo diplomático de causa-efecto, sobre la precaria economía de varias ciudades pendientes de los pedidos de sus astilleros. Esto lo entienden hasta los alcaldes de Podemos.

Pero como nadie le lleva la contraria, este Gabinete no pierde una sola ocasión de meter la pata. Con las prisas por ocupar el poder los sanchistas entraron en él sin un solo mapa, sin un plano de situación que les orientara en ese complejo sistema de relaciones interconectadas. Obsesionados con la linealidad de la propaganda, no acaban de comprender cómo funciona ese laberinto y se han lanzado a apretar botones al azar, a ver qué pasa. Eso le ha sucedido a Trump y han tenido que salir los suyos a apagar de cualquier manera los fuegos que provocaba. Pero este presidente no tiene quien le corrija la bitácora ni quien le ayude a entender no ya los engranajes del Estado sino el concepto mismo de España.