Juan Carlos Girauta-ABC

  • Como por arte de magia, el personal no relaciona comunismo con genocidio, tortura y locura colectiva

No puede ser que el ministrillo de Consumo, aprovechando el centenario de su partido, siembre sin respuesta las redes de hoces y martillos orgullosos. Entiendo que en la era de la ignorancia, cuando el planeta entero se traga que lo de Polonia es un problema de refugiados, cuelen el logo comunista como si de una aplicación de citas se tratase. Entiendo que, sumergidos en el olvido selectivo (la memoria histórica), ningún escalofrío recorra los espinazos.

Como por arte de magia, el personal no relaciona comunismo con genocidio, tortura y locura colectiva. Y eso que el ministrín, ‘apparatchik’ y coordinador del club que los totalitarios de izquierda han venido usado para esconder sus siglas, no disimula y se le ven los palos del sombrajo. Ha exhibido símbolos de la RDA, ha celebrado a Lenin, ha rendido homenaje a Fidel Castro y, por supuesto, ha negado la condición democrática de España. En esto último quizá tenga razón, dada la presencia en el Gobierno de alguien como él.

Ya sé, dirán que cargo las tintas, que el ministrete, a fin de cuentas, se mueve en los juegos de azar y las recetas de cocina, que no sale de ahí. No sé, el sector del juego lo venció tan deprisa que ni siquiera puede uno pensar mal; hasta corromper a alguien toma más tiempo. En cuanto a las recetas, apuntan a un futuro inmediato sin dinero y sin carne, unos platos de llenarte la barriga sin gastar, de ir distrayendo las carencias hasta que lleguen las cartillas de racionamiento.

Pero no estamos ocupando este espacio para diseccionar a alguien tan incapaz como gestor, sino para recordar que el más inútil en cosas de despacho se pone estupendo cuando el ambiente se calienta. ¿O acaso no fue el Che presidente del Banco Nacional de Cuba, llegando a firmar billetes, antes de sentir la llamada del Congo? Nuestro ministruño espera un golpe en la mesa de Sánchez desde el mismísimo día en que Rajoy, proteico, adoptó forma de bolso. De la querencia autoritaria de la banda dan fe esas sentencias del TC que oficializan tarde, mal y nunca las opiniones aquí vertidas. Les mola la excepcionalidad, no lo pueden evitar. Como al presidente le van los helicópteros para humillar cuñados, los aviones para salir escoltado y formar una uve en el aeropuerto, los escoltas de traje oscuro y pinganillo por Nueva York. Ya saben, todas esas burbujas de ‘champagne’, esas pompas de jabón, hibris vana, una impotencia con focos, tuneada. Una horterada.

Pero el comunista, no. El comunista es otra cosa. Fíate tú de su hablar quedo, de sus recetas y sus tontadas. El comunista, los comunistas que el traje vacío metió en el Gobierno, traen un eco que solo los iletrados desconocen. Un eco de checas madrileñas, de ratas vivas en ollas de agua hirviendo que solo pueden huir por el ano del «fascista». Tortura importada a España por los comisarios rusos. ¿Les incomoda la imagen? Lo lamento, pero el comunismo es eso.