JAVIER TAJADURA TEJADA-El CORREO

  • Las diferencias del Ejecutivo respecto a otros del entorno europeo, como la presencia de ministros contrarios a la OTAN, debilitan al país en el exterior

El Gobierno de coalición que acaba de cumplir dos años, es decir, la mitad de su mandato teórico, presenta algunas singularidades que lo distinguen de otros del entorno europeo, como pueden ser -por su carácter modélico desde el punto de vista de los usos de la democracia parlamentaria- los dos últimos de Alemania. Esas diferencias se plasman en la forma de llevarse a cabo el relevo en el Ejecutivo, en el número de ministros, en la concreción del programa de Gobierno y en la forma de ejercer la dirección del mismo.

La alternancia en el Gobierno es un elemento central de toda democracia. En la reciente toma de posesión del Ejecutivo alemán, el nuevo canciller, el socialdemócrata Olaf cholz, agradeció a su antecesora en el cargo, la democristiana Angela Merkel, los servicios prestados al país y la felicitó por haber gobernado con sabiduría y valentía. Y lo hizo no solo porque había gobernado con ella sino porque los socialdemócratas y los cristianodemócratas, junto a las legítimas discrepancias ideológicas,comparten una visión de la democracia y de Alemania. El Gobierno de Pedro Sánchez no solo no agradeció al anterior por elemental cortesía democrática su contribución al desarrollo del país, sino que ha utilizado incluso los preámbulos de las leyes para acusarle de intentar destruir el sistema de libertades. Esto supone una demonización del adversario muy peligrosa y antidemocrática.

Por lo que se refiere al número de ministros, el Ejecutivo de España resulta disfuncional por su elevada cifra y es preciso rechazar el tópico de que es lo propio de gabinetes pluripartidistas. En Alemania, el nuevo Gobierno, integrado por tres formaciones, tiene 16. El nuestro, solo con dos partidos, 22. Esta inflación político-institucional se refleja también en que nosotros tenemos, con poco más de la mitad de su población, 17 comunidades autónomas frente a los 16 lánder de Alemania. Y recuérdese que de los 20 gobiernos que en su tumultuosa vida política tuvo la II República española con coaliciones de seis o siete partidos, ninguno tuvo más de 13 carteras. Hoy en España se han fragmentado ministerios para inflar artificiosamente el número de titulares.

Por lo que se refiere al programa de Gobierno, coaliciones sólidas como las alemanas se fundamentan en contratos muy detallados sobre todas las políticas públicas y sobre la acción exterior del Estado. En el caso de España, al margen de una común pulsión destructiva de la obra del anterior Gobierno, no se concretó la ‘letra pequeña’ y eso ha provocado y provocará innumerables conflictos. Baste señalar la supuesta ‘derogación’ de la reforma laboral de Rajoy que finalmente va a quedar en una modificación puntual de algunos aspectos, conservando el 90% de la misma.

En cuarto y último lugar, un Gobierno de coalición de dos o más partidos está unificado en la persona de su presidente o canciller que «dirige» la acción del mismo (artículo 98 de la Constitución). En ejercicio de esas facultades, puede y debe destituir a cualquier ministro cuyo comportamiento sea contrario al programa de gobierno. En el caso español hemos visto cómo los ministros del partido minoritario están blindados, de modo que el presidente se limita a desautorizarlos (como ha ocurrido con el ministro comunista Alberto Garzón), pero en ningún caso cesan.

Estas singularidades repercuten negativamente sobre el funcionamiento de nuestro sistema político y, en el contexto internacional actual centrado en la necesidad de hacer frente al expansionismo ruso, debilitan la posición exterior de España. Ello se debe a otra singularidad que no se da en ningún otro país occidental: la inclusión de partidos y ministros contrarios al sistema de seguridad colectiva de la OTAN. Es cierto que en Alemania hay gobiernos de coalición con el partido de extrema izquierda (Die Linke), pero solo a nivel regional y en la medida en que los lánder no tienen competencias en política exterior. Para los socialdemócratas germanos sería impensable formar un Ejecutivo de coalición a nivel nacional con Die Linke porque es un partido contrario a la Alianza Atlántica. En el caso de España, la presencia de ministros comunistas y otros cuyas afinidades internacionales son regímenes autoritarios contrarios a la democracia liberal y a la economía social de mercado resulta hoy especialmente problemática.

Nada de extraño tiene que el presidente Biden no convoque al presidente Sánchez. A pesar de nuestra contribución militar -envío de la fragata ‘Blas de Lezo’ y de cazas a Bulgaria y a Rumanía-, la presencia en el Consejo de Ministros de troyanos que comparten las tesis de Putin, como es el caso de Garzón, que sostiene que Ucrania tiene que ser un país neutral, impide considerar a España un aliado de confianza.

Estas son las singularidades de nuestro Gobierno de coalición; y, ciertamente, no son muy positivas.